Al Pucela, papel, ya digo, la Unión Deportiva le hizo
trizas. Como ya detectaron el Girona y el Cartagena, la espalda de Aguado y
Mesa es un vergel en el que crece cualquier semilla que se plante. Allí, el
joven Moleiro, secuela amarilla de Pedri, mostró las hechuras de futbolista
grande que pinta. Desde el centro del cuadrado defensivo pucelano -los dos
centrales y los dos mediocentros-, arrancó una y otra vez en conducción o lanzó
la pelota dibujando longitudinales y transversales que solo la impericia en el
descabello o el acierto de Masip evitaron que se convirtieran en muescas en el
marcador.
La verdad es que por más que uno quiera, nunca se acaba de
tener claro si, en casos como este, la derrota pucelana es consecuencia de un
mal quehacer propio o del buen trabajo rival. No me queda claro si la obvia
falta de ritmo se debe a que no lo has logrado por tus deméritos o a que el
contrario te lo haya impedido. Me quiero quedar con lo segundo, con que el
rival ha encontrado la llaga y ha metido el dedo. Quiero hacerlo porque las
alternativas -se me ocurren tres- son peores:
Que haya llegado un bajón de esos naturales en una temporada
tan larga en el peor momento, cuando tocaba percutir. Consecuencia, a la
promoción y a ver.
Que se haya acabado la gasolina. Corolario, quedar
inmovilizados a un lado de la carretera.
Que Toni y Plano, pese a lo que han tenido que oír, son
mucho Toni y Plano.
¡Ay, lo que queda!
Publicada en "El Norte de Castilla" el 20-03-2022
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