Muy por lo bajini, una carta del Presidente del Gobierno español ha certificado la voluntad de apartarse del problema, de la responsabilidad que a España le correspondía. Geopolítica. Sin comunicación, sin debate, no sabemos si el cobro de la dejación se efectúa en beneficios futuros –así es la realpolitik, quede colgado quien quede colgado- o en miedos presentes, a un Marruecos que se mantiene firme en su decisión. Un Marruecos que asienta su firmeza, en el 75 y ahora, en el apoyo de Estados Unidos, ese adalid de la democracia que tiene capacidad para doblegar en su interés los brazos de las voluntades ajenas.
Para variar, no sé cuál es la solución perfecta. Tal vez,
por más empeño dialéctico y afectivo que muestre la sociedad, no haya
alternativa a lo que lleva tanto tiempo ocurriendo. Pero sea lo que sea que se
decida; uno, la política exterior tiene que cimentarse en un amplio acuerdo que
evite los vaivenes; dos, la dignidad de las más de cien mil personas, imagino
desconcertadas, que habitan en los campamentos de Tinduf tiene que ser
respetada, su voluntad tiene que ser escuchada, aunque solo sea por imperativo
de la ONU. La de todos ellos, no solo la de los que se erigieron, y ahí siguen,
en sus omnímodos líderes.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 23-03-2022
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