Poco a poco fuimos naturalizando la convivencia con esos ojos que todo lo ven. La proliferación de móviles con su camarita incorporada aceleró la deriva, nos convirtió a todos, como si formáramos parte de un juego, en vigilados y vigilantes. Cayeron todas las defensas. Precauciones, ¿para qué?
En este ‘Show de Truman’ nos creemos con derecho a saber
todo de todas las personas, vivimos, sin apenas sentirlo, inexorablemente
expuestos a que toda la gente sepa todo lo que hacemos en cada momento.
Por eso -uno que es un clásico, ya ven- me satisface la
sentencia que condena a Cecosa, filial de Erosky, a indemnizar a la
expresidenta de la Comunidad de Madrid Cristina Cifuentes por vulnerar su
derecho a la intimidad al no destruir una grabación dentro del plazo fijado por
la ley. Al menos, desde la perspectiva legal, se vigila al vigilante, se le
trazan fronteras. Por lo mismo, me sorprende que, en las redes sociales,
adalides de la justicia y la libertad cuestionen esta sentencia arguyendo una
relación por fuerza inexistente entre lo grabado y una sentencia que se ciñe al
uso indebido de la grabación. Por mal que caiga la protagonista, por mucho que
ayude a conseguir fines políticos, no corresponde.
El escarnio público, colgar el sambenito, debería haber
quedado como un capítulo en los libros de Historia.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 31-01-2023
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