Algún hecho, traza de hecho, expectativa de hecho, amenaza
de hecho o veleidad de hecho polémico debe andar agitándose en el tintero
patrio. Soy así de perspicaz, lo intuyo, me lo huelo. De lo contrario, ¿de qué,
si no existiera un magma retemblando bajo nuestros pies, me iba a topar en
redes sociales, en mensajes de correo, en conversaciones de bar, con la misma
frase, matiz arriba, coma abajo, repetida una y otra vez, expuesta por activa,
pasiva y parasintética? Es de locos, leo
y releo, gastar dinero en decir a unos españoles lo que otros españoles andan
diciendo. Vaya, que algún compatriota intermediario ejerce el fino oficio de
aguzar la oreja cuando un segundo compatriota pega la hebra, tomar nota de lo
que escucha y trasladarlo a un tercero que apunta lo dicho. Ciertamente, de
locos.
Me sorprende, todo hay que decirlo, que en el mensajito de
marras se haga especial hincapié en el gasto. Me sorprende, aunque comparto la
preocupación. Conviene que el criterio de la sobriedad rija sobre las
decisiones públicas en torno a los dineros. La sobriedad, no la mortificación:
destinar los recursos con sentido, no necesariamente pocos. Me sorprende,
insisto, porque escucho este lamento a personas que jamás abren la boca ante
bocados presupuestarios más sustanciosos. Empiezo a pensar que, cuando se
quejan de un gasto los que nunca de otros gastos se quejan, la pasta no les
preocupa, la utilizan de excusa para dirigir miradas incautas a puntos ciegos,
para ocultar sus pretensiones con la aparente bondad del austero.
Poco o mucho, se trata de un dinero derrochado sin sentido
alguno, sin más objetivo que el de controlar a una mayoría por las ansias de
dominio de unos pocos, sin garantías de la existencia de amparo legal. Es hora
de decir basta, no puede ser que haya policías infiltrados en movimientos
sociales para escuchar a españoles, para luego decir a otros españoles lo que
aquellos dijeron.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 26-09-2023
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