Entre que los exámenes de septiembre, como la máquina de escribir o el fax, adquirieron categoría de vestigios del pasado; que en no pocas jornadas de julio y agosto el mercurio, caso de proseguir escalando en los termómetros, hubiera alcanzado cimas poco compatibles con las escapadas en bicicleta; en las sobremesas de este verano que aún se exhibe de cuerpo presente, decidí acoplarme –y me admitieron– a las partidas de tute o dominó que, bajo la litúrgica mirada de Elena, se celebran a diario en el Pachá. Una tarde dedicada a las fichas, tras contar ligero los tantos sobrantes de un cierre, despaché el asunto cantando un sonoro «31 pa' ellos'». No puede ser –me corrigió el rival que se sentaba a mi izquierda–, en dominó, tras cierre, por fuerza, han de sumar par. De par en par, se me abrieron los ojos. Rehíce la operación, ahora con cierta cautela y, tal cual, salieron 32. De estas, como un resorte bien aceitado, me saltó el socorrido «A la cama no te irás sin saber una cosa más» que la concurrencia recibe indulgentemente con una mueca de nonata sonrisa. Al poco, tal vez sin haberme levantado de la mesa, me plantean algo relacionado con el aleatorio material de la conversación, chasco los dedos, me rasco la cabeza, me justifico –«de verdad que lo sé»–, digiero la respuesta en blanco y asumo el volteo del refrán que la acumulación de años procura: «A la cama no te irás sin olvidar una cosa más».
Esa porfía entre aprender y olvidar se teatralizó en mi cabeza a mitad de la segunda parte. Iván Sánchez caracoleaba en el espacio natural del extremo derecho rastreando una grieta en la defensa rival. Ningún compañero se le acercaba para asociarse o distraer. ¿Dónde estará Luis Pérez, el lateral de la banda, –te preguntas–? De repente, aparece Sergio Escudero, el defensa del lado contrario. No sabes si, de fútbol, estás aprendiendo o te vas olvidando. Sospecho que, pese a su juventud, algún jugador se encuentra en similar tesitura. Monchu, a lo largo del partido, alternó no menos de tres posiciones –interior en un centro del campo de tres, doble pivote, exterior en una línea de cuatro...– , ha sufrido no sé cuántos cambios de rol hasta el punto de no saber si le correspondía planchar un huevo o freír una camisa.
Moro casi siempre destaca, casi nunca está en el verde. Juric necesita una temporada completa de Barrio Sésamo,arriba –abajo, delante–detrás, para ubicarse: comenzó ejerciendo de defensa central que se incorporaba al centro del campo, pasó a mediocentro que cubría su propia espalda cuando el Oviedo amenazaba, para concluir defendiendo apretando hacia arriba. Así robó el balón que facultó a Marcos André para el exquisito remate que significó el postrero y concluyente gol. Segunda semana consecutiva que el sino sonríe en la 'Zona Cesarini'. Favor que se agradece pero no termina de satisfacer, más observando al contrincante. Qué mala pinta tiene este Oviedo, nos decimos. Qué mala pinta tuvo el Cartagena. Qué mala pinta, podríamos seguir... incluyendo, por supuesto, al Pucela.
A ver si va a ser que este es el nivel de la categoría, y que la leve mejoría del tramo final permite albergar un justificado optimismo.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 25-09-2023
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