En alguna página extraviada, los hermanos Grimm relataron la pérdida del espejo mágico con que, cada día, se regodeaba la pérfida madrastra de Blancanieves.
–Espejo, espejito, dime, bonito, ¿qué mujer es la más hermosa de este reino?
–Sin duda, majestad, la imagen que en mí se refleja muestra la más bella dama, no del reino, del orbe todo.
Hasta la mañana en que el sincero cristal azogado enojó a su dueña.
Desconcertada primero, irritada después, la reina pretendió evitar posteriores humillaciones: se desprendió del ultrajante trasto, eso sí, tras convertirlo en triste vidrio silente desposeyéndolo de sus poderes. Tales talentos –concesiones divinas, no lo olvidemos–, del mismo modo que la energía, no se destruyen, simplemente se desplazan, se transportan, vagan en la nada hasta encontrar otro cuerpo en el que reencarnarse.
Tras varias peripecias infructuosas, el locuaz espíritu del espejo se acomodó en el Real Valladolid. De esta manera, cada rival que se plantaba enfrente se veía radiante, se venía arriba.
–Pucela, Pucelita, dime tú, ¿qué equipo es el mejor de la categoría?
Eso sí, de todo se aprende, esta versión no osaba contradecir el deseo del interlocutor. Y desde entonces, el Valladolid, espejo que va pasando de mano en mano, se afanó en que todos sus oponentes, en comparación, regresaran a casa con la sensación de mejorar el Brasil de Jairzinho, Gerson, Tostão, Pelé y Rivelino.
–Nadie es tan bueno como usted (una semana Zaragoza, otra Alcorcón, esta Albacete), da gusto verle.
La afición no es ajena al maleficio, todos le parecen de un nivel superior a su Pucela. No le falta razón: hoy por hoy, lo mejor de este equipo, y ese valor dura entre poco y nada, es un nombre que aún impone algo. La plantilla, bajas por aquí, altas por allá, se ha confeccionado haciendo jirones a la anterior, dando brochazos para tapar los desconchados. Cuesta saber para qué da el grupo conformado, resulta complejo regular el nivel de las expectativas. Abruma observar al entrenador caminando sobre el mismo filo de incertidumbre. En la alineación presentada en Albacete, destacaba el cambio de posición de varios jugadores, no tiene claro en qué puestos se desempeñan con mayor fiabilidad. Ítem más, a lo largo del partido, Pezzolano mudó de sistema, reubicó jugadores... Certeza de dudas. Nada le parecía claro, soplaba la flauta a ver si por casualidad. Las excusas del 'esto es muy largo', 'el equipo irá hacia arriba' carecen ya de valor. Pezzolano, en la calle, ha perdido su crédito. Pese al supuesto apoyo desde las alturas, la situación, de no revertirse, puede tornarse insostenible. El 'no se va a comer el turrón' queda corto. Situación que le llevará a tener que pensar en la supervivencia diaria. Dirá, como Maggie Smith interpretando a la anciana Muriel Donnelly en 'El nuevo exótico Hotel Marigold': «¿tres meses? No puedo hacer planes a tan largo plazo. Ni siquiera compro plátanos verdes».
Publicado en "El Norte de Castilla" el 03-09-2023
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