La noticia crece, añade información: el chaval asesinado se
llama -duele escribir ‘llamaba’- Sergio Delgado. El motivo aducido, la
legitimación esgrimida previa al impacto mortal, ‘ser de Valladolid’. No me
sirve como foco. Entiendo, tal vez quiera creer, que centrar la mirada en ese
aspecto distrae, que apuntar una causa otorga -por ridícula, patética o nefanda
que nos resulte- una razón. Asirnos a la excusa como centro del debate aparta
lo trascendente: la respuesta violenta.
Los humanos arrastramos pulsiones atávicas, con frecuencia
malinterpretamos el sentido de pertenencia, lo alimentamos con listados de
agravios reales o impostados. Es cierto que estos resortes instintivos son
estirados en estas tierras insensatamente -asunto aún por abordar- por
dirigentes que pretenden su favor recurriendo al aplauso fácil… Pero el puño
funesto fue impulsado por una persona. Por ella y no más.
Coda 1. El fútbol no genera, nos refleja, nos muestra lo que
como sociedad somos. Si no nos gusta lo que vemos, no le culpemos: se limita a
denunciar nuestra realidad.
Coda 2. La pertenencia del acusado, leo, a un grupo ‘de
ultraizquierda’, replica la dinámica apuntada arriba: pulsión agresiva, grupo
que legitima y ampara, descarga violenta y coartada.
Coda 3. Cuesta creer que hubiera intención de matar, pero la
violencia, como el fuego, nos desborda, se va de las manos. Huelgan los ‘yo no
quería’.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 27-02-2024
No hay comentarios:
Publicar un comentario