La evolución de las sociedades, a la vez que genera otras innovaciones, difumina la necesidad de aquellas aclaraciones, subsume en el significante clásico esos adornos perecederos: todas las teles son ya en color, el balón de reglamento está presente en cualquier pachanga. Algunas veces, ojo, se producen regresiones. El 'de oliva', especificando que el aceite mentado se obtuvo efectivamente de la oliva, perdía protagonismo hasta el punto de convertirse en innecesario antes de que la inflación –eufemismo de tantas cosas– mudara en áureo el líquido verde. Ahora vuelve a ser necesaria la especificación.
El Real Valladolid de toda la vida padece –verbo no elegido al azar, escribo 'padece' porque el cambio no mejora el original, al menos de la forma esperada– un proceso similar. Es necesario un complemento para identificar el juego del equipo blanquivioleta de esta época concreta: 'el Valladolid de Pezzolano'. El juego o el no juego, porque pese a su posición en la tabla, a mantener intacto el objetivo del ascenso, el equipo se muestra incapaz de desplegar un planteamiento sugestivo. El Valladolid de Pezzolano resulta incomprensible: transmite la sensación de que, aun nadando cerca de la orilla, morirá ahogado; carece, en buena parte del tiempo, de intensidad; confía en una suma de timoratos intentos de 'a ver qué tal'; está más pendiente de no errar que de generar. En medio de la nada se limita a esperar una coyuntura, auspiciado por la suerte o la calidad, que le favorezca. Yresolver para mantenerse a flote. Si el maestro Yoda de la saga de 'La guerra de las galaxias' le hubiera prescrito a Pezzolano aquello de «hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes», este, convencido de que algo le favorecerá, futbolísticamente hubiera optado por no hacer, y esperar. Prefiere atender las oquedades vacías de Paulo Coelho, desear mucho algo con la convicción de que el Universo conspirará en su favor.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 14-04-2024
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