domingo, 5 de mayo de 2024

EL MISMO PARTIDO CONTADO MIL VECES

La cólera carcomía la mollera emponzoñada en despecho del sultán Shahriar. El enojo, apenas contenido en las íntimas simas de su ser, emergía con forma de puñal que decapitaba cada noche a una joven virgen, ofrendada por su visir, con la que previamente habría contraído matrimonio. Así, día tras día, desde el momento en que constató que su esposa había borrado su nombre de ella del listado de objetos privativos de su majestad; desde que se cercioró de la desobediencia, del desacato a una sumisión que él asumía como debida. La afrenta que entendió de una mujer habría de extenderse, como mancha de aceite, a todas las demás. Utilizaría su poder omnímodo, su categórica inviolabilidad, su celo inmisericorde, para asegurar que ninguna escapase de su dominio, para que no existiese siquiera la posibilidad. La cólera, el enojo, el puñal se hundiría antes de cada nuevo amanecer en el cuello de una malaventurada doncella.

Decapitadas unos cientos de ellas, huidas todas las demás, el visir se topa con una terrible encrucijada:no encuentra más candidata para ofrendar que su propia hija Scheherezade. La muchacha, sagaz como ninguna antes, o prevenida y con tiempo, urde un subterfugio: ella, cada noche, narraría una historia que la alborada obligaría a interrumpir justo –ella era la dueña del relato, suya era la potestad de acomodarlo– en el punto en que arreciaba la emoción. El sultán, fascinado, deseoso de conocer el final aplazado, pospuso la ejecución. La martingala, eficaz esa primera noche, extendió su validez a lo largo de las mil y una en que ni Scheherezade ni, por extensión, ninguna otra mujer resultó ejecutada.

Sin riesgo de vida, al menos por el puñal de Shahriar alguno, me encuentro como Scheherezade minutos antes de la puesta de sol. Ella, cada día perfilando un cuento diferente para salvar el mismo cuello;yo, tras cada encuentro del Pucela esbozando una historieta distinta para contar el mismo partido. Un mismo partido que, por demás, ni siquiera he alcanzado a comprender, ni desde la perspectiva de lo que ocurre, ni desde la que se plantea. El Pucela arranca firme, marca, amenaza con seguir, poco a poco se contrae y a esperar el pitido de alivio antes conocido como final. Víctor Jara nos explicó que la vida era eterna en cinco minutos. Los partidos del Pucela se comprimen en cinco minutos y el resto del encuentro se convierte en una inacabable espera. La otra cara de la misma moneda se acuñó en esos otros partidos de arranque lánguido, de perpetua y resignada espera, que se condensaban en un fogonazo en los cinco –o diez– eternos minutos finales. Entre caras y cruces, 90+5, 5+90, el Pucela no solo mantiene indemne su cuello sino que lo muestra lustroso en lo alto de la clasificación.

Existen varias versiones de 'Las mil y una noches' que narran diferentes finales. En todos, Shahriar, por uno u otro motivo, no cumplimenta el plan. Espero que Pezzolano no separe mi cabeza del tronco para poderles narrar en la noche cuarenta y dos, si no antes, el cuento del ascenso a Primera.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 06-05-2024

1 comentario: