El peregrinar cansino de los vehículos
aventando humo y ruido es salpicado periódicamente con esquirlas de música
machacona que solicitan nuestro voto. Es el delirio de una campaña estéril
políticamente de puro vacía. Halagan al oído y, como en los amoríos
clandestinos, tras el frenesí, el olvido. No es que mientan, simplemente no
dicen toda la verdad. Mientras la sociedad es el magma de un volcán en perpetua
erupción, los programas electorales son una amalgama de objetivos deseables,
pero mudos de política. En sus renglones no palpita la vida, huelen a dejación
de funciones de políticos que, en vez de abordar un modelo por el que
transitar, se limitan a enumerar los objetivos anhelados. Unos programas
sepulcros del pensamiento que son el triunfo de los apologéticos del fin de las
ideologías. Promesas de viviendas baratas sin explicar el cómo, un parque allí,
un centro cívico acá. Les iguala en la nada, aparentemente no hay diferencias
sino intereses. Y yo no quiero creerlo. No quiero creer que la alternativa a
este alcalde altanero y simplón sea un polideportivo más o menos. El sueño es
devolver el agua al río seco en que se ha convertido Valladolid y esa es labor
de todos no del que más grite.
No hay comentarios:
Publicar un comentario