lunes, 12 de mayo de 2003

OTRO MODELO DE CIUDAD

El peregrinar cansino de los vehículos aventando humo y ruido es salpicado periódicamente con esquirlas de música machacona que solicitan nuestro voto. Es el delirio de una campaña estéril políticamente de puro vacía. Halagan al oído y, como en los amoríos clandestinos, tras el frenesí, el olvido. No es que mientan, simplemente no dicen toda la verdad. Mientras la sociedad es el magma de un volcán en perpetua erupción, los programas electorales son una amalgama de objetivos deseables, pero mudos de política. En sus renglones no palpita la vida, huelen a dejación de funciones de políticos que, en vez de abordar un modelo por el que transitar, se limitan a enumerar los objetivos anhelados. Unos programas sepulcros del pensamiento que son el triunfo de los apologéticos del fin de las ideologías. Promesas de viviendas baratas sin explicar el cómo, un parque allí, un centro cívico acá. Les iguala en la nada, aparentemente no hay diferencias sino intereses. Y yo no quiero creerlo. No quiero creer que la alternativa a este alcalde altanero y simplón sea un polideportivo más o menos. El sueño es devolver el agua al río seco en que se ha convertido Valladolid y esa es labor de todos no del que más grite.

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