Dicen que el papa
ha venido pero -a uno no se le casa un hermano todos los días- no he podido
seguir su periplo. Me perdí en ligerezas mundanas. Para ponerme al día leo las
crónicas y son un relato de lo previsible. Podrían haberse escrito antes.
Lisonja y jabón para describir el espectáculo, lipotimias de fans no tan
distintos de los de la Spice Girls, obispos y obispillos que, como el concejal
hortera de turno presentando un concierto de Operación Triunfo, se vanaglorian
del éxito del día. Y bien pensado no es para menos, el líder espiritual de una
parte de la población tenía a sus píes y arrodillados al presidente y al jefe
de estado de todos. Nuestros representantes políticos talaron la dignidad que
sus cargos deberían acarrear. En vez de analizar a la luz de la razón, esculpen
sus valores morales con el ojo dirigido al Vaticano. ¿Por qué se prohíbe la investigación con células madre?, ¿por qué no
se permite formalizar el matrimonio a las parejas homosexuales? Eso sí, cuando
afecta al interés personal, promueven una guerra pese a lo que diga el papa o
San Pedro. ¡Tan preocupados por nuestros pecados y tan poco por nuestras
opiniones!
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