El director colombiano de cine Fernando Ayllón presentó en 2014 la película 'Nos vamos pa'l mundial' en la que relata las peripecias de dos taxistas que conectan su doble devoción –de una parte, como conductores, su patrona, la Virgen del Carmen; de la otra, la selección cafetera– de tal forma que requieren la intercesión mariana en el empeño de que el combinado nacional logre el pase al Mundial de 2014. A cambio de que tal anhelo sea satisfecho, la pareja se compromete a acudir a Brasil, sede de la cita futbolera. La Virgen –o la selección– cumple con lo establecido, Colombia formará parte del listado de participantes. Tras la euforia, comienzan los problemas. Cuatro años después, Ayllón estrenó 'Y nos fuimos pa'l mundial'. Los protagonistas son ahora tres currelas que ansían acudir al Mundial de Rusia. La ventura o la desdicha se interpone en su camino:son confundidos con espías. En esas, encomiendan su suerte al Señor de los Milagros.
En el mismo 2018, del mismo autor, llegó a las pantallas 'Si saben cómo me pongo ¿pa' qué me invitan?' El guion camina por derroteros no futbolísticos, pero eso solo indica que, pese a la querencia del director por las andanzas de los aficionados al fútbol, no conoce a los del Real Valladolid. De lo contrario, hubiera reservado el título para alguna aventura teñida de blanquivioleta. Hace apenas un año llegaba un Cádiz colista a Valladolid que, tras cinco jornadas, no había estrenado el marcador de puntos ni la cuenta de goles a favor. Por contra, había recogido catorce veces el balón de su portería. Huelga recordar que en Zorrilla mantuvieron inmaculada la portería, rompieron el precinto de la meta rival y volvieron a casa con tres puntos en el casillero.
Ahora, un Alcorcón que parecía estar pagando la novatada en la categoría, sin haber cantado gol en los dos partidos previos, habiéndose comido en ellos media docena de perillos. Último. Como el Cádiz. Que ambos fueran de amarillo lo dejamos en mera anécdota. Olía a fiesta. Sonaba la música. Hasta que un vaso cayó al suelo y se montó el alboroto. «Si sabéis cómo me pongo –apuntaba sorprendido el Pucela– ¿pa' qué se me ilusionan?».
Y es que desesperó. No el perder. Ni siquiera por la cara que se te queda. Lo peor se esconde en el interior, aprieta y achica el alma. Ni un remate en la primera mitad, un gol en contra que no fueron tres por impericia rival, el toque anodino, la sensación de impotencia, unos jugadores que no sabían qué hacer porque desconocían a qué jugaban, los nuevos coleando desubicados –en la mejor hipótesis–, un entrenador que refuerza el ataque retirando imaginación del campo...
El Pucela vive un proceso involutivo. Si en pretemporada se parte de la nada para ir encontrando el juego que, a su vez propicie los resultados; los blanquivioleta arrancaron la temporada con juego y resultado, resultado que ya no hubo en Zaragoza, para terminar olvidando el juego ante el Alcorcón. Toca volver a empezar y esperar a que la mayonesa cuaje. Se ponga como se ponga, seguiremos invitando a la fiesta.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 28-08-2023
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