Cuando una buena noticia me acomete, el alborozo dispone mi cerebro a danzar. En cuanto resuena en ella el mondo y lirondo 'qué alegría', la cabeza se me recrea, evoca los años mozos interno en un colegio religioso, se dispara y prosigue tarareando al ritmo de aquella cancioncilla –réplica, luego supe, más o menos ajustada del Salmo 122– que machaconamente se nos grabó 'ad aeternum' en la mollera: '...cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor'. Cariacontecidos andábamos en el instante previo a que al (lamentable) partido entre el Valladolid y el 'Efesé' Cartagena (registro los nombres de los malhechores futbolísticos que perpetraron el encuentro para que quede constancia) le brotase un gol a favor de los blanquivioletas. A punto de que el sopor concluyese, de que el árbitro, en vez del fin, indicase un 'por fin' apuntando el camino de otro triste regreso a casa, cuando ya –retocando el verso de Gabriel Celaya– nada esperábamos futbolísticamente exaltante, apareció Cédric en el segundo palo introduciendo con tanta suavidad como determinación la pelota en la portería cartagenera. Qué alegría. Tras cuatro fiascos concatenados; un club, en apariencia desolado; las tuberías de la relación de este con la masa social, abruptamente reventadas... con ruido, demasiado ruido, en el ambiente, el Pucela se reencontró con la victoria.
Las formas, sin embargo, ¡ay, las formas!, convirtieron inmediatamente la jarana en un 'sí, pero'. La canción, el Salmo con algún matiz literario, se refieren al término de un itinerario trazado, a un objetivo cumplido, a una meta que se vislumbra y celebra:'ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén'. El Pucela no ha llegado a Jerusalén alguno, de hecho estos tres puntos suponen, sin más, alzarse un poco, incorporarse sin ni siquiera erguirse; cuanto menos, comenzar a caminar. No nos engañemos, no creo que haya nadie, y cuando digo nadie digo nadie, que haya sentido un arrebato de satisfacción por lo visto, al que le hayan reverdecido los brotes del optimismo. Los tres puntos valen, se apuntan, suman, pero no transmiten que la fase crítica haya concluido. Jerusalén, digamos 'de momento' por eso de que la esperanza es lo último que se pierde, ni se atisba.
¿Qué falta? Al principio de este texto, y referido estrictamente al desempeño en este partido, utilicé –quise respetuosamente– la expresión 'malhechores futbolísticos'. La aplaudida incorporación al encuentro de Kiko Olivas define gráficamente el alcance de lo dicho: el comienzo de su primera temporada pucelana coincidió con un Luis César Sampedro en el banquillo. Este le encomendaba unas labores –defender en campo abierto– para las que el antequerano no estaba muy capacitado. Se le pitó, recriminó, vituperó, se dudó de su capacidad por su desempeño en ese tiempo funesto. Tiempo que concluyó y le permitió, una vez que las exigencias se acomodaron a sus características, completar un lustro en el que se ganó el aprecio de los que antaño le silbaban. Sospecho que la plantilla cuenta con algún 'Kiko'.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 17-09-2023
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