Los consecuencialistas
dicen que el camino al infierno está adoquinado con buenas intenciones. Esta
corriente filosófica sostiene que el análisis moral de una acción depende
únicamente del fin y no de los actos. El camino al cielo, suponemos, en vez de
adoquinado estará adornado con mármoles pero el catolicismo añade una antesala
en la que se espera el ingreso definitivo en el paraíso. En dicho recibidor, el
purgatorio, se permanece un tiempo
indefinido, el necesario para que se borren las manchas delebles del alma. El
que allí permanece sufre tanto como si tuviera hospedaje en el infierno pero
con una diferencia sustantiva: tiene asegurada la salvación eterna. Esa
estancia no debe diferir mucho de la de quien se enfrenta a un expediente que
nunca avanza, siempre falta un papel o una firma. Parece ser, también, que si
los que aún estamos entre los mortales pedimos, rezos o pagos de indulgencia mediante,
misericordia al Juez Supremo, este puede mirar a otro lado y obviar ese trámite
pendiente. Como la picaresca no es patrimonio exclusivo de nadie, la Iglesia
azuzó el miedo a este paso intermedio y durante la Baja Edad Media realizó
pingües negocios con el tema. Este negociete fue uno de los motivos expuestos
por Lutero en sus 95 tesis que a la larga supusieron la ruptura del
cristianismo.
No sabemos si la venta
al por mayor de bufandas o señuelos con los tonos blanco y violeta es una
especie de indulgencia pagada para que el alma del Pucela acceda pronto a los
cielos, pero se parece. Los pecados mortales que se han cometido a lo largo de
la temporada ya fueron purgados en vida por medio de la debida confesión, la
prueba es que ha habido propósito de enmienda, y tanto Álvaro Rubio como
Alberto Bueno ostentan plaza de titular. El resto son leves faltas que, vaya
usted a saber, pueden impedir el gozo eterno. Pero viendo jugar al Real
Valladolid debería tener el cielo ganado sin necesidad de esperar en esa
maldita antesala. Dado que no es así, la hipótesis más plausible es que el
acceso al cielo de la Primera División se asemeje a la que proponen los
Testigos de Jehová: la entrada al paraíso se rige por unos estrictos númerus
clausus. Para ellos hay 144.000 plazas, para subir a Primera tan solo 2.
A veces el juego de
los pucelanos es bueno en el doble sentido del término, por la calidad y por la
candidez. No es comprensible que se sufra tanto jugando tan bien. Con esta
lectura el Real Valladolid tendría garantizado el acceso al limbo al final de
la vida de esta temporada. Lo malo es que de ahí no se sale, lo bueno es que la existencia de este no es una verdad
dogmática. O sea, que puede existir pero no lo sabemos.
Sea como sea, no
recuerdo haber disfrutado tanto y tan seguido del fútbol como ahora con el que
ofrece el Real Valladolid, no es exagerado decir que estamos ante uno de los
equipos con un juego más grato para los ojos. Quizá no sirva de nada y
concluido el curso esté condenado a penar. Los consecuencialistas dirán que la
Segunda está empedrada con buenas intenciones, los católicos rezarán para que
del 'play-off' salga raudo, los Testigos asumirán que dos son dos. Cada uno que
elija la que más le convenza pero tras la final de la Liga de Campeones estoy
seguro que los consecuencialistas son todos del Chelsea y yo disfruto de un
juego hermoso. En blanco y violeta.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 21-05-2012
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