La patria, para los dueños de esas bocas que no dejan de repetir dicha
palabra, nunca es la patria entendida como tal, nunca es ese concepto casi
aséptico que define la RAE. El vocablo ‘patria’, pronunciado así, como con
cierto aire litúrgico, se refiere siempre a una visión de ella, un modelo que
actúa como un tamiz por el que muy pocos pasan. Y los que no pasan, sobran.
Donde ‘sobran’ no es más que un eufemismo.
Poco problema habría si lo dicho en el párrafo anterior permaneciese en
el ámbito teórico, pero como siempre que vienen mal dadas, ese concepto atávico
de la patria vuelve a escena con papel de protagonista. Puede que en otras
latitudes -en aquellos territorios que fueron dependientes, bien política, bien
económicamente, de una metrópoli colonial- esta apelación tenga un sentido
liberador; pero en nuestro occidente, desde hace mucho, escuchar repetidamente
la palabra ‘patria’ es sinónimo de ponerse a temblar.
Estados Unidos primero, decía Trump; primero Francia, clama Le Pen y así
se va repitiendo en todos los sitios, reclamando siempre ese patriotismo como
bandera que todo lo envuelve. Más allá de la retórica, este afán tiene una
doble consecuencia perversa. La primera es externa y tiene que ver con el
aislacionismo en todos los terrenos, empezando por el mental. Se llega a creer
que lo que nos ha ido mal es por culpa de los otros, que para que a nosotros
nos vaya bien es obligatorio que los demás se pongan a la cola, que les vaya un
poco peor. La segunda es de carácter interior. La patria, en las meninges de
quienes se demandan como patriotas, no es esa tierra común, sino un ente
cerrado y estrecho. Es su último refugio. Sus compatriotas tienen que ser como
ellos, responder a su imaginario o, simplemente, no son dignos y, ya digo,
sobran. Para esta gente no basta con compartir territorio, se hace
imprescindible que quienes vivan en su patria sean, amen, recen, en fin, vivan
de una determinada manera, de su manera.
A un patriota todos los demás les parecen poco patriotas, por ende
cobardes y por ende de ende, prescindibles. Un patriota ama tanto a su tierra,
pero tanto, tanto, que siempre le sobran más de la mitad de sus paisanos.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 09-02-2017
La patria es solo para los patriotas, los demás mejor nos vamos a otra parte antes de que nos partan la crisma.
ResponderEliminarSaludos.