La secuencia de convocatorias electorales ha desatado una
tempestad en ese abigarrado espectro sociopolítico que se halla a la izquierda
del PSOE. Frenas. Aunque en algún momento se entendiera que sí, nunca hubo
tiempos idílicos. Y en este ámbito, menos. División hubo siempre; egos -fríos o
arrebatados-, también. La cuestión pendiente, el debate pospuesto, solo tendrá
sentido si aparta a un lado lamentos y se centra en cómo abordar el
imprescindible trabajo de encuentro. Imprescindible porque el sistema electoral
castiga la dispersión. Anula y elimina lo ínfimo. Obliga a reunir por más
diferencias de contenido o talante que existan porque nuestro sistema admite
pocos matices. Lo que, por desgracia, conforma una sociedad que, en lo
político, se adapta más a la identificación que a la reflexión puntillosa. Así,
en unas mismas siglas caben diferencias notorias que, con frecuencia, solo se
aglutinan por interés o por odio compartido al rival correspondiente. Un odio
que, si hacemos caso a Giulio Andreotti –en la vida hay amigos, conocidos,
adversarios, enemigos y compañeros de partido-, es menor al existente en el interior
de cada casa donde, por momentos, se cavan trincheras profundas que luego, con
mucho esfuerzo, toca rellenar.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 08-05-2023
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