De niño, cada vez que a un mayor le glosaba entusiasmado cualquier halago a un futbolista, este me argüía que jugaba mejor otro al que, por edad, nunca pude gozar. Si Arconada, Iríbar; si Migueli, Garay; si Juanito, Gento; si Zamora, Luis Suárez... Ahora ya no cabe una respuesta similar. Esta actualidad aporta un matiz distintivo frente a actualidades previas: la facilidad del acceso a imágenes almacenadas de ese pasado 'supuestamente mejor' y, con ello, la potestad de confrontarlas con lo que se vive en el momento presente. Yo no pude ver a Pelé, pero mi hijo sí disfruta con Maradona. Este inabarcable catálogo de imágenes también (me) sirve para fundar las comparaciones, para evitar que sea la impostora nostalgia la que se imponga. En este ámbito, disfruto rescatando partidos –enteros o resúmenes– de antaño. Más allá del diferente ritmo, una circunstancia me pasma: los encuentros actuales concluyen sin apenas alborotos en el campo: aquellos habituales apelotonamientos de jugadores –resultado de una previa entrada malintencionada, un insulto soez...– amenazando a los rivales, árbitros desasosegados tratando de imponer un poco de calma para poder reiniciar... Ahora nada. Me dirán ustedes que en el reciente Brasil-Argentina hubo jaleo; cierto, a un Brasil-Argentina, por nuevo que sea, le atraviesan vetas de fútbol viejo, de pasión. Una pasión que, de existir, se esconde en un frío desempeño profesional que no responde provocaciones.
Todo se ensaya, nada, bajo riesgo de perjuicio, escapa del guion. Hasta las protestas forman parte de la partitura. Y, por supuesto, la presunción y el orgullo no encuentran acomodo. Verán: Álvaro Fernández, portero del Huesca, desvía al poste el penalti (ay, si nos lo pitan en contra) lanzado por Monchu. El rechace propicia un segundo remate del mismo jugador y el gol. Fernández, dos segundos después, con la certeza de su brillante intervención, con la cabeza maldiciendo el infortunio, se incorpora raudo para negar al árbitro su propio mérito (de no mediar ese palmotazo al balón el gol sería inválido). ¡Qué tiempos! Se lo digo yo que le hice saber a un árbitro que se equivocaba señalando fuera de puerta. 'Fue córner', le apunté con gesto discreto. Con la parada que había hecho, faltaría...
Publicado en "El Norte de Castilla" el 25-11-2023
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