Sin él, asume Sánchez, la historia se hubiera deslizado por otros caminos que difícilmente hubieran llegado a este mismo pueblo. El destino de aquel adelanto electoral del (ya lejanísimo) 2022, inducido altaneramente para desembarazarse del lastre de Ciudadanos y emerger en solitario, propició el matrimonio de conveniencia del PP con VOX. Lo que entonces se pudo entender como un hecho coyuntural armonizó la sintonía venidera. Si Mañueco, asumiendo el gobierno regional con la fortaleza que exige la debilidad, se hubiera resistido, Feijóo (con tilde en la primera ‘o’) habría encontrado argumentos para, al menos, pausar sus acuerdos voxianos tras las municipales y autonómicas del mayo pasado. El discurso diferenciador de María Guardiola, la del ‘de ninguna manera’ como preludio al ‘sí quiero’, habría tenido eco, hasta alguna credibilidad. Las huestes de Abascal, en paralelo, de haber recibido el ‘no’ de Mañueco, habrían vociferado más al admitir su intrascendente papel.
Así, el PP hubiera conseguido apoyos suficientes, no por
obtener más votos, sino porque la alternativa -sin la alerta encendida- habría
alcanzado menos; porque no cargaría con el estigma que aparta potenciales
auxilios parlamentarios.
Mañueco ha servido a Sánchez, ha compuesto la banda sonora
de su relato: que el PP no será VOX, pero no le importa acercarse para
gobernar. Y eso, sin ser iguales, a fuerza de sentirse obligados a exculparlos,
les acerca. Y por ahí, mucho eventual abstencionista, cogió sin apenas ganas
una papeleta y acudió a la urna.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 21-11-2023
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