domingo, 3 de diciembre de 2023

ATONÍA, AFONÍA, AGONÍA

Nunca probé drogas de las catalogadas como duras. Al margen del contexto social en el que me desenvolví en las épocas más propicias para haberme despeñado por el precipicio –un entorno alejado de determinados ambientes marginales en los que se requerían dosis de heroicidad para retorcer el destino– la razón concluyente de mi constante negativa procedía de mi interior, del miedo que me provocaba a mí mismo. Intuía que, ante mi presencia, el 'prueba, que por una vez no te va a pasar nada' se trastocaba en falacia, el mendaz 'yo controlo' carecía de validez. Muestro una incapacidad absoluta para esquivar comportamientos adictivos. Por eso no compro más jamón del apropiado para comer de una sentada. Si adquiriese mayor cantidad, esta dejaría de ser 'apropiada' porque caería igualmente de una sentada. Por eso no me doy de alta –ni aunque me cedan la contraseña– en plataformas televisivas. Ni sabría por dónde empezar, ni mucho menos cómo terminar.

Por eso, cuando me contaron que existía el wordle, un seductor juego de palabras en una página web, dije que no. Me convencieron de que no había peligro con un argumento: hay límite, no se propone más que una palabra diaria. Y ahí ando cada día sin falta tratando de descubrir la palabra escondida. Una circunstancia que ocurre de tanto en vez me solivianta, sucede cuando he adivinado y colocado todas las letras menos una y, en el hueco por rellenar, varios grafemas, al conformar palabras con sentido, se postulan como candidatos. Atinar con la palabra se convierte entonces en un juego de azar. Mañana, sea el caso, a falta de un intento me topo con A_ONÍA. Imbuido aún por el arranque del partido del Pucela ante el Levante me planteo pulsar la 'T'. Una atonía de la que el equipo despertó dolorido por el bofetón recibido en el tercer minuto. Entonces, el ánimo saltó al campo. Rectifiqué, va a ser la 'F'. Una afonía que impedía gritar gol pese al dominio. Ni siquiera se cantó el que milimétricamente no subió al marcador. De repente, motivado por la defensa transparente previa al remate del segundo gol local, regresé a la 'T'. Qué falta de vigor el de Monchu en esa acción. En uno de esos días en que el mallorquín, epicentro por lo demás del juego pucelano, se acelera y se pierde en estériles emboscadas, no midió adecuadamente el espacio ni la intensidad que correspondía. El precio fue de gol.

La segunda mitad me abrió una tercera posibilidad, la 'G'. Transcurrían los minutos y, pese al empeño, pese a las ocasiones, ni el Pucela revertía el signo del marcador ni el Levante certificaba la muerte blanquivioleta. En una jornada que se presentaba propicia, los rivales clasificatorios habían encallado, el Pucela quiso y envidó dos más: no solo regresó de vacío sino que encargó una plaza más en la enfermería. Un apunte menos en el mermado listado de efectivos de ataque. Sylla, recibido en silencio, inteligente, intuitivo, se ha convertido en la base del juego ofensivo. Su ausencia, de confirmarse, ha de pesar. Atonía, afonía, agonía.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 03-12-2023

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