Viene esto al caso porque tras el partido del Pucela resuena en mi memoria la frase que repetía la bisabuela de mi hijo, la 'señá' Flora, visita tras visita de su nieta:
–Hija, todos los días me como un 'kiBi' porque me han dicho que es bueno para el tránsito.
El Pucela requiere de unos movimientos peristálticos –el amigo Javier Yepes, habilitado para opinar de fútbol y medicina, me ha puesto al tanto del nombre de estas simétricas contracciones y relajaciones que permiten transportar los alimentos en su recorrido por nuestro aparato digestivo– de los que actualmente carece, de forma que su cuerpo futbolístico impulse hacia afuera los restos de un pasado cuya digestión está por completar. Por lo visto en Girona, el proceso aún no ha comenzado:ni el miedo inicial, ni la renuncia a proponer, ni la asunción de una hipotética incapacidad, ni esa insípida presión arriba ejecutada con la mirada –sin violencia, al modo de Gila, con indirectas del estilo 'alguien va a perder el balón, alguien va a dar un mal pase...'–, ni siquiera que el primer cambio se produjese en el 'pezzolaniano' minuto sesenta nos hubiera advertido –de no haber sido previamente conscientes– de un cambio en el banquillo. «Poca diferencia», me alertaba un mensaje antes incluso de que llegase el primer gol rival en el que el concepto 'poco' no superaba el nivel de condescendiente eufemismo.
Al Valladolid le urge un volteo que comprenda desde la psicológica convicción hasta la implementación de un modelo de juego adecuado a los jugadores de que dispone, precisa de un tránsito para el que se ha de pertrechar con, iba a escribir cajas y estimé que me quedaba corto, con palés de kiwis de los que eran buenos para la 'señá' Flora. A tenor de lo que expresa la acritud de su rostro, Diego Martín Cocca no ignora la realidad a la que se enfrenta. Habrá de elegir entre dos caminos, el primero potenciará la metabolización. El otro incidirá en el camino a la nada, revertirá en un incapacitado pasado en busca de un imposible milagro. Antes de la anécdota, Flora, con su propio nombre, portaba una reminiscencia intestinal, indicando que la senda precisa será la que obtenga todos los nutrientes a partir de un tránsito. Ella escondía otro nombre: Lázara, el del segundo camino, eldel milagro capaz de alzar un muerto con el simple imperativo del 'levántate y anda'. Y esos prodigios no se dan. Tampoco en el fútbol.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 22-12-2024
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