Vale, una golondrina no hace verano, pero al menos motiva a seguir mirando el cielo en busca de otras que vuelen en su pos. Sobre todo, cuando el invierno ha congelado hasta la sonrisa, cuando en el presente aqueja una hipotermia homicida. El Pucela languidece despeñado en la sima clasificatoria; peor, trasluce síntomas de descomposición, además de deportiva, social e institucional. Malvive en una de esas temporadas en las que se vislumbra el riesgo de un doble descenso: el correspondiente por deméritos deportivos y el debido al lastre acarreado que entorpecería la reincorporación competitiva, que obligaría a arrancar desde debajo del cero. La línea de la salvación se encuentra a cuatro puntos. Cuatro puntos con toda una segunda vuelta por delante. Nada inaccesible, no se trataría de una quimera si nos atuviéramos a lo cuantitativo. Pero hemos visto lo que hemos visto. Zozobra. Miedo. Basta comprobar la situación en la que se encuentran, o han encontrado, otros clubes históricos.
El equipo, tras el parón, reaparece con nuevo timonel. Tras el desastre de Girona asumimos que el tránsito estaba pendiente, que Cocca estaba pero aún no era. El shock copero desfiguró hasta los ensueños de quienes confiaban en que sin Pezzolano el globo volase. A los futbolistas, ahora sin parapetos, algo de responsabilidad les corresponderá. Aceptamos pulpo, la liga es otra cosa. El Betis examina. Cocca ha dispuesto de tiempo para implantar su estampa. Presión, convicción, actitud..., la golondrina. Hasta aptitud. La partida de Pezzolano deja huérfanas ideas con él preconcebidas. A lo mejor sí había/hay plantilla. Y para refrendarlo necesitaba un camino. Ese 'algo hay que hacer' que se formula en los estados de depresión solo cobra sentido cuando ese 'algo' propuesto adquiere consistencia. Hacer algo porque algo hay que hacer conduce a la nada.
El resultado sin más, comedia de Cratino o Aristófanes, golondrina solitaria, no anunciaría ni la primavera. El juego desplegado, bandada de aves que arriban, anuncia una posibilidad de descongelación, de que el pulso recobre su ritmo, de que se recupere la coordinación, del aumento de la energía vital. La recomposición empieza en la pelota. Tal vez estas pocas golondrinas no anuncien el verano, pero al menos sí el reencuentro entre equipo y afición.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 13-01-2025
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