Nada pues hay aquí secreto que no se deba manifestar;
ni cosa alguna que se haga para estar encubierta, sino para
publicarse. Marcos 4:22
Foto "El Norte" |
Si tuviésemos que hacer una lista de virtudes y otra de
defectos, en principio no nos parecería una tarea ardua. En principio, porque
una vez paramos a pensar nos damos cuenta de que existe cierto grado de
coincidencia. La palabra ‘bondad’, intuitivamente, caería en el primer cajón.
Dándolo otra vuelta recordaríamos que alguna vez dijimos, en referencia a algún
amigo, aquello de ‘es tan bueno que parece tonto’. Algo similar ocurre con
‘desconfianza’. Inicialmente, a quien así tildamos, le imaginamos con una cara
agria, con un aire de desairada suspicacia. En una segunda vuelta nos hacemos conscientes
de que esa desconfianza nos permite estar prevenidos ante quien puede usar su
posición para engañarnos; es más, esa misma desconfianza es la esencia de una
sociedad democrática en la que los poderes y contrapoderes existen para -otra
cosa es que lo hagan- vigilarse mutuamente.
Pero como con la bondad, el exceso de ‘desconfianza’ nos acerca
a los conspiranoicos, a pensar que la Tierra es plana, que Armstrong no pisó la
luna o que las vacunas son inventos de las multinacionales para mantenernos en
eterno estado de enfermedad.
En cuestiones del arbitraje futbolístico, hasta ahora, el
límite de la desconfianza estaba claro: los árbitros siempre favorecían a los
grandes y perjudicaban a mi equipo. La
llegada del VAR supuso una pequeña esperanza, la tecnología de inicio
impresiona, que pronto se ha hecho trizas. De repente el sistema vuelve a estar
en cuestión y reverdece aquel juicio previo: el VAR perjudica a mi equipo. Al
fin y al cabo nada hay más parecido a un aficionado de un club que un aficionado
del club rival y nada hay más característico de un aficionado que sentirse
siempre maltratado. Por parte pucelana cabe decir que la queja, en este caso,
tiene sentido: el VAR ha sido injusto -situaciones similares, decisiones
diferentes- con el Real Valladolid. Vamos,
que la moneda siempre cayó de cruz. Pero me da que esto es un accidente
estadístico como aquella vacuna en mal estado que sirvió a algunos para iniciar
una campaña de descrédito al sistema de vacunaciones.
Una cosa sí hemos aprendido: si pretendemos que el VAR
funcione, al margen de la tecnología, es imprescindible la unificación de
criterios, un protocolo que indique cuando sí y cuando no. No se puede tolerar
un VAR con filosofía oscilante. A partir de ahí, a jugar y, a ser posible, a ganar.
No pongamos la venda antes de hacernos la herida.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 26-01-2019
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