Sicilia, antes de ser
asociado a la mafia, Francis Ford Coppola mediante, antes aun de que la Cosa
Nostra, con sus capi, sus numerali y sus consiglieri se adueñaran de la isla, ya
tenía su historia en relación a los amigos del engaño y el robo. Allí, en
Siracusa, nació Arquímedes, el sabio que salió de su casa corriendo en pelota
picada y gritando ‘eureka’ a los cuatro vientos. Al Arquímedes zambullido en la
bañera le había visitado la inspiración, como si fuera un chasquido, su cerebro
hizo un clic y él pudo concluir que el volumen del agua que asciende es igual
al del cuerpo sumergido. De esta manera,
ayudó a su rey Hierón II a saber a ciencia cierta si su joyero le había timado
cuando le vendió la corona garantizándole que estaba fabricada solo con oro.
Valladolid no es Siracusa ni Castilla y León Sicilia -por
más que en los juzgados aniden investigaciones sobre perlas supuestamente
negras- pero bien hubiera venido un Arquímedes que hubiera teorizado sobre la densidad
de los humos funerarios lanzados al viento o sobre el color de las cenizas en
función de las maderas que ardieron con el finado. Con este conocimiento no
hubiera sido posible el -también supuestamente, no vaya a ser que…- ilícito e
indigno enriquecimiento de la mafia de los ataúdes; de esa gentecilla que escondía
sus fechorías tras el crepitar de las llamas; gentecilla que, previamente,
vendía su producto a precio de azafrán aprovechando el dolor y la
vulnerabilidad de quienes acababan de perder un ser querido.
Pero no todo lo relacionado con este feo asunto tiene que
ser negativo. Los involucrados nos han dado una lección: una vez muertos, tanto
da nogal como pino. Vale que para el ‘corpore in sepulto’ quede mejor un ataúd
curioso en el que mostrarse, pero, pasado el trámite, mejor quemar los despojos
sin más, sin gastar esos miles de necesarios euros. Si
por cuestiones técnicas se hace preciso algo de madera para que arda el cuerpo,
unos trozos de conglomerado serían material más que suficiente. Así, los
féretros se pueden ir alquilando y el precio quedaría sustancialmente rebajado.
Sabiéndolo todo el mundo, claro, sin que nadie se lleve a engaño.
Lo pienso y no es mal plan. Me entran ganas de salir a la
calle en pelotas –tendrán que imaginarlo, hace mucho frío para ponerlo en
práctica- gritando ‘eureka’. El precio del humo que asciende, es igual al del
cuerpo incinerado. Dado que de morir no nos vamos a librar, rebajemos la carga
que supone.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 07-02-2019
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