domingo, 6 de diciembre de 2020

MÁS SABE EL DIABLO

Los habitantes de un territorio conocen los entresijos de su lengua vernácula sin ser conscientes de la finura de su manejo. Con absoluta naturalidad aprendieron multitud de matices que quienes se acercaron a este idioma con algún año de más nunca terminarán de asimilar. Una preposición o un artículo en medio de dos vocablos, un cambio de orden entre sustantivo y adjetivo, una frase hecha, juegos con las palabras, dobles sentidos, incluso una variación tonal son materia suficiente para modificar el significado de cualquier comentario.

Ciñéndonos al DLE, cuesta entender la diferencia entre ‘oficio’ y ‘profesión’. De hecho, define esta última como ‘oficio que alguien ejerce’. Sin embargo, en el uso cotidiano, entendiendo ambas como actividades por las que se obtiene una remuneración, asociamos ‘profesión’ a una labor para cuyo desempeño se requiere una preparación académica y ‘oficio’ a otra gama de tareas de carácter manual o artesanal.

Así, tener un oficio consiste en haber adquirido dichas habilidades en las que el uso de las manos es condición indispensable. Borrando el artículo indeterminado nos queda ‘tener oficio’, que nada o poco tiene que ver. Con esta última expresión apuntamos que a un trabajador los años le han servido para manejar las claves de su actividad. Esta experiencia acumulada le permite salvar determinadas situaciones comprometidas, resolver una tarea a priori compleja o soslayar las carencias con las que esos mismos años castigan al físico.

Es una obviedad que el Luis Suárez de hoy es mucho menos peligroso que el de los diez años anteriores. A veces se muestra algo torpe, lento, impreciso… Así ocurrió ayer al poco de comenzar el partido. El balón que recoge tras el fallo de Masip, temporadas atrás, hubiera acabado en la red. Para fortuna del Real Valladolid, no ocurrió así: su impericia en el control y su dilación en el giro malbarataron la ocasión. Vista la imagen, hasta podemos pensar que anda algo dejado en el tono físico, que una incipiente barriga apunta a dibujarse bajo su camiseta. Pero el tipo tiene oficio. Quizá ya no esté para batallas mayores pero ese conocimiento del juego le sirve a él y a su equipo para desatar algún nudo que se le complica. Haciendo memoria, da la sensación de que su participación fue casi nula; pero ese tener oficio fue clave en el resultado. Veamos, el primer gol supuso la caída del edificio pucelano. El 9 uruguayo ni centró ni remató. Cierto. Pero acudió, como mandan los cánones del delantero centro, presto al segundo palo, midió perfectamente la línea del fuera de juego activándose justo cuando Nacho le colocó en posición correcta, engañó a Masip que fue al suelo a detener el remate que no se produjo y vació la portería para que Lemar solo tuviera que introducir la pelota. Suficiente para resolver el partido. De lo que ocurrió después, desde la perspectiva blanquivioleta, mejor no hablar. Me condenaría por blasfemo el Santo Oficio.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 06-12-2020

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