jueves, 8 de noviembre de 2012

EL PODER DE LAS MANOS CON CALLOS

El 'poder', como la crisis o el Dios de los católicos, es uno y múltiple. Y no, no me refiero a esa ingenua separación clásica que lo divide en tres, legislativo, ejecutivo y judicial. El poder, el de verdad, trabaja de la misma manera que los directores teatrales: no aparece cuando llega el momento de la representación, pero ha marcado las pautas que seguirá todo el elenco cuando el público no estaba delante.

Ese poder es básicamente económico, por más que pueda vestir toga, sotana, birrete o uniforme. Hacernos pensar que está en manos de los políticos es parte de ese juego de mistificación. Y caemos en la trampa. Ahora, cuando se desacredita todo lo relacionado con la política, muchas voces reclaman, por ejemplo, que se limite el tiempo que un político puede permanecer en un cargo. No creo que falte buena intención en quienes esto sostienen, sin embargo yerran el tiro. Puedo estar de acuerdo en los segundos, terceros y cuartos escalones políticos, pero no en el primero. Ese tope supondría, en muchos casos, la imposibilidad de llevar a cabo verdaderas transformaciones sociales ya que, para ello, se necesita un poder político fuerte para contrarrestar las resistencias del poder económico. No es casualidad que en los EE.UU. se tomase esta medida tras el fallecimiento del único presidente que ganó cuatro elecciones, F.D. Rooselvelt. Este, uno de los presidentes mejor valorados por el conjunto de la población, fue repudiado por el poder económico del momento, al que no le hizo ninguna gracia eso del New Deal.
¿Existe algún resquicio de poder en manos de la gente común? ¿Es el voto cada cuatro años ese resquicio? El propio Rooselvelt atinó con la clave cuando, al ser preguntado por su decisión ante las medidas que la sociedad civil le proponía, respondió: “Si vosotros queréis ver aplicar estas reformas, salid a la calle y obligadme a hacerlas.” Claro, esto obliga a pensar que la solución no es labor de otros, que algo está en nuestras manos, al menos obligar a que el poder político frene los excesos del económico. 

Publicado en 'El Norte de Castilla' el 8-11-2012

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