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Sabemos que cuando llega abril, aguas mil y todas caben en
un barril. Mejor dicho, sabemos que antes la lluvia se hacía presente casi cada
día de abril; pero pasaba la tarde y un triste pintear apenas daba para mojar
la calle.
Sabemos que cuando por marzo mayea, por mayo marcea. Mejor
dicho, sabemos que antes era así, que los años en que la primavera nacía
prematura, el invierno se guardaba un recibo pendiente.
Así, cientos, miles de refranes, nos avisaban de cómo indefectiblemente
se comportaba el tiempo o de la previsible consecuencia de una leve
modificación en el patrón general. Estos
aforismos conformaban una suerte de conocimiento popular que cada generación
heredaba de la que le precedía y, en paralelo, enriquecía para dejárselo a la por
venir. La razón de ese trasiego del saber acumulado era por su obvia utilidad.
Mal que bien, nos servía.
En estos tiempos que corren, el patrón climático conocido se
resquebraja de forma que todo ese acervo queda puesto en entredicho. Todo lo
que sabíamos está dejando de ser útil y eso nos desubica individual y
colectivamente.
Pero este asunto del clima-tiempo no es el único suelo que
tiembla bajo nuestros pies. Lo traigo a colación porque nos puede ayudar a entender
el desasosiego de una parte de la población. De la misma manera que existe ese
cambio climático que cuestiona todo lo que sabíamos, otras alteraciones de
carácter socioeconómico están modificando las estructuras de pensamiento que
hemos ido forjando a lo largo de los siglos. Así, ese proceso que conocemos como
globalización. Ha modificado de forma tan sustantiva el ser y obrar del
presente que ya nada tiene que ver con lo que hasta hace poco fue. Algunos se
han convertido en globalizadores, actores beneficiados del proceso; muchos son
o se sienten globalizados, perdedores pasivos de la refriega. Si se preguntan
qué está pasando para que en el mundo exista una ola de reacción, anoten
también este aspecto: muchos de los globalizados buscan refugio en las
estancias más sólidas de un pasado al que revisten de oropel. Necesitan un
orden, que cada cosa sea a su tiempo y los nabos en Adviento. Un orden marcial
en el que lo que no esté prohibido sea obligatorio.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 21-03-2019
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