martes, 28 de enero de 2020

NI PALETOS NI PAPANATISMOS

Imagen "El Norte de Castilla"
Aún recuerdo aquel Gobierno que sentaba en la mesa a tres que antes habían presidido nuestra comunidad autónoma: José María Aznar, Juan José Lucas y Jesús Posada. Los tres habían, así se decía, dado el salto a Madrid como si sus presidencias de Castilla y León hubieran sido poco más que un trampolín desde el que impulsarse hacia responsabilidades serias. Como si el paso por los desempeños en estas tierras no fueran más que catas para evaluar meritorios.
Podría pensarse que, al menos, la presencia de los tres prebostes debería haber servido para que desde esas instancias se hubiera tenido más en cuenta las voces de estas tierras a la hora de tomar decisiones. Tampoco ocurrió tal cosa: Castilla y León continuó desangrándose al mismo ritmo al que ya se desangraba, al que continuaría haciéndolo hasta el día de hoy. No iba a ser yo, desde luego, el que por su condición de origen les pidiera un trato de favor:siempre me pareció vergonzosa esa actitud neocaciquil de algunos dirigentes políticos que buscan el aplauso de sus paisanos buscando algún beneficio ostentoso a cuenta del erario público, siempre consideré burdo eso de 'defender lo nuestro' alejándose de análisis globales. Lo que en cambio sí eché entonces de menos en aquellos tres expresidentes fue una mirada desde aquí, la capacidad –o la voluntad– de poner sobre la mesa una visión diferente de España de la hegemónica que se lanza e impone desde la corte madrileña.
Si el fútbol tuviera carácter predictivo podríamos decir que esa visión madrileñocentrista empieza a estar de capa caída. Si antiguamente los goles del Madrid se celebraban en muchos campos de España, cada vez ocurre menos. Valladolid no es una excepción. El equipo local ha conseguido forjar una afición nutrida que para encontrar un referente futbolístico no necesita encomendarse a uno de los denominados grandes. Y eso, de por sí, ya es un triunfo, que para dejar de ser paleto no es necesario caer en el papanatismo. Es por ello que este instante tiene un haz y un envés. El regocijo de los madridistas Nacho, Ramos o Zidane nos importa solo por lo que nos afecta: si la fotografía muestra celebración y alegría es porque la tristeza pucelana ha quedado fuera de foco pero todos sabemos que está justo al otro lado del objetivo fotográfico. Una tristeza demediada, porque los aficionados podemos tener esperanzas aparentemente infundadas pero tampoco nos autoengañamos tanto: entendemos de estadística y sabemos que lo que suele ocurrir es que los milmillonarios terminen por untarnos el hocico.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 27-01-2020

No hay comentarios:

Publicar un comentario