El texto de Alarcón embotó el filo del romance original
presentando un toro picado, una versión
moñas, edulcorada, recatada y moralista, una especie de versión oficial
blanqueada en la que los giros de guion impiden que se consumen los adulterios
cruzados, pese a que los cuatro personajes protagonistas lo desearon en algún
momento.
Los de El Nuevo Mester de Juglaría sacaron la piedra y
afilaron de nuevo el texto. En la versión de los segovianos “el
molinero en aquella linda cama/ toda la noche estuvo como pájaro en la jaula/subía
y bajaba, bajaba y subía/estuvo toda la noche hasta ser de día”.
El entrenador del Pucela, es más de esta versión. Pide
a sus extremos que sean pájaros en esa jaula de cien metros que es la banda.
Quiere que suban y bajen, bajen y suban como el molinero en la cama del rival.
Waldo, extremo clásico, más pendiente del balón que del juego, no termina de
emular al molinero. No es que el atacante extremeño no tenga voluntad,
no es un problema de esfuerzo. De hecho recorre la banda, sube y baja, pero va
sin convicción hacia abajo y, servidumbres del sistema, parte hacia arriba con
muchos metros por delante. Por lo segundo, su participación ofensiva se limita
a alguna carrera, algún buen disparo. Por lo primero, su banda se convierte en
autopista sin peaje. Y eso es un mal negocio para el Pucela.
Publicado en El Norte de Castilla el 22-06-2020
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