lunes, 29 de junio de 2020

EL PUCELA METE DOS

Foto "El Norte de Castilla"
Haciendo uso de la pregunta con que Mario Vargas Llosa da los primeros pedales para impulsar su ‘Conversación en la catedral’, puedo responder que el artículo previsto se jodió unas pocas décimas de segundo después del instante recogido en la foto. Hasta un momento antes, una idea me bullía en la cabeza. Una idea que dependía de un resultado poco probable de antemano que, además, se alejaba como posibilidad según se iba desarrollando el partido.

Pero de repente pudo ser. En el instante concreto en que el fotógrafo pulsaba el botón de su cámara, incrédulo, abrí los ojos de par en par: el azar se aprestaba a ponerme en bandeja la situación anhelada, el resultado que necesitaba. Esperanza tan efímera como vana. Vaclík, el portero sevillista, en un alarde de reflejos, desbarató la pintiparada ocasión de Alcaraz. El Pucela se quedó con la miel en los labios y el menda sin artículo.  

Retrocedamos unas horas. El día venía torcido. A punto de salir a dar una vuelta en bici por la provincia, me entero de que Félix, el de Candeal, había fallecido. Mazazo. Como el puñetero nostálgico que soy, me dejé arrastrar al pasado, rebusqué en el móvil alguna de sus canciones, las escuché recordando algún concierto en el que estuve. Extendí la mirada y vi que el trigo, candeal a buen seguro, esperaba la misma suerte que la cebada ya recogida.

La trayectoria del dúo se inició a finales de los años setenta del siglo pasado. Una época de renacimiento de la música folk. Tenía sentido. Tras cuarenta años de oscuridad, se pretendía mirar hacia atrás para tomar impulso. Había que romper una regla de tres. Pensábamos que nuestros padres tenían una visión cerrada del mudo; que nuestros abuelos, aún más. Corríamos el riesgo de entender que la historia se escribía en línea recta. Y no, con la recuperación y la popularización del folclore nos conocimos más, supimos de las picardías de nuestros antepasados, entendimos que no eran tan distintas de las nuestras.

De ahí, mientras ‘la ronda pasa y no pasa,’ han transcurrido más de cuatro decenios de loba parda, de rabeladas y coplas de esas que nos sabemos todos. Félix, Candeal, como el Pucela, como la Seminci, como la Semana Santa, como esa lista de barrios ‘Pajarillos, las Delicias, Rondilla…’ conforman y ayudan a entender esa Valladolid a la que amamos y odiamos por igual. Esa ciudad que, como las manos con callos de nuestros padres, no puede más que ser áspera y tierna a la vez.

Antes, pues, de empezar el partido, el Pucela ya había perdido a uno de los suyos, a un socio de antiguo. Volvemos. Una idea me bullía en la cabeza. El recuerdo de mi primer recuerdo de Candeal fue una de esas rabeladas tocada ‘a lo pesao’. ‘En la canal de su pecho/mi novia tiene un reloj/cuando el reloj da la una/pongo la mano en las dos’. Faltó que el remate de Alcaraz hubiera entrado para tener artículo: habría modificado la letra y habría rematado con un ‘si el Sevilla marca uno/el Pucela mete dos. Pero no pudo ser. Quedó en empate, Félix. La cosa venía ya jodida.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 27-06-2020

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