No podía ser de otra forma cuando en el ámbito de la UE se aprueban medidas para repartir la pana. La lectura que se nos ofrece, por la dirigencia política y subsidiariamente por los medios de comunicación, muestra un escenario posbélico en el que unos son presentados como vencedores y otros como vencidos en función de la cantidad de dinero que hayan sido capaces de acercar a sus países respectivos. No digo que no sea una lectura válida, obviamente lo es, no es lo mismo que haya o no fondos para realizar tal o cual proyecto, abordar tal o cual emergencia… pero muestra una visión demasiado restrictiva. Una visión que oscurece el debate político de fondo y presenta como un juego de mesa cuyo objeto consiste en arrancar un pedacito algo más grande del pastel.
En el caso del último acuerdo de los 27: más importante que la cantidad concreta que hayan podido asignar a España o a los otros 26 es la defenestración de las mal llamadas políticas de austeridad. La Europa que se abre, al menos en este sentido, parece diferir radicalmente de la que, por ejemplo, terminó de hundir a Grecia. Que el cambio de paradigma se consolide dependerá de la responsabilidad de los gobiernos de cada estado y de la capacidad política para comprender los nuevos escenarios que se presentan. Veremos.
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