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Desde que me recuerdo, deseo con todas mis fuerzas vivir en una España republicana. Anhelo que ese momento ocurra antes de que yo me haya despedido de la vida, verlo con mis ojos, pasear en él.
Pero quiero que ese día llegue por asunción mayoritaria de una idea, de unos principios, por una decisión sólidamente meditada, de forma que el tránsito de monarquía a república sea un camino sin retorno, un proceso irreversible, y no como ocurrió en las dos experiencias republicanas anteriores.
Con seguridad, la debilitada posición de Juan Carlos de Borbón ha contribuido a que un buen número de personas se sumen ahora a la causa. Las acusaciones del rey emérito son de enjundia y convendría por justicia una depuración de responsabilidades. La sensación de que no va a ser así, más si cabe tras la decisión de tomar las de Villadiego, provoca descontento y rabia. Escasos apoyos para construir nada. Entre otras cosas, porque así se generan unas expectativas imposibles de cumplir a corto plazo, por ende un descontento simétrico y, a partir de ello, el riesgo manifiesto de volver a las andadas.
El momento no será, no debería ser, sin más, cuando sea posible dar el paso hacia la república, sino cuando, tras darlo, sea imposible desandarlo. A los que nos sentimos republicanos nos toca trabajar para verlo. Y si no es posible antes, al modo del Canto a la libertad de Labordeta, habrá que empujar para que pueda ser.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 12-08/2020
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