Foto "El Norte de Castilla" |
Queda apenas nada, pero nada sabemos. Otros años, a estas alturas, hablamos del precio de los libros, de que no le valen los de su hermana, de que súmale el forro, la mochila o los cuadernos. En la prensa se detallaría el gasto medio por alumno, se resaltaría el esfuerzo de las familias. Preocupaciones que suenan a muy viejo ante la actual incertidumbre que nos arrastra a dudar de que vaya a haber clase presencial o, caso de haberla, a temer el portazo cualquier día al poco del arranque.
Sin seguridad perdemos el equilibrio, cunde el desasosiego e imploramos que las aguas vuelvan a su cauce. Para ello, la palabra mágica es ‘plan’. Mal asunto. Un plan tiene valor en un sistema inercial; en un contexto variable como el presente, se requiere reflejos para decidir con inmediatez, flexibilidad para saltar de un escenario a otro y medios técnicos y humanos para revestir las diversas escenografías.
El primer empellón de la pandemia dejó al descubierto la debilidad de la tela del entramado público que, raída por falta de cuidados, rasgó sin resistencia. El segundo servirá para comprobar si hemos aprendido algo. La apertura de los centros educativos será un indicador fiable que nos dejará claro dónde estamos.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 26-08-2020
La triste realidad que vivimos a doario abrazos dewsde lo lejos
ResponderEliminarAsí es. Un saludo.
Eliminar