domingo, 13 de diciembre de 2020

BAUTIZO Y BUENA MUERTE

Al igual que en la mía, en las casas de mis amigos del pueblo, a las que entre otros ratos me acercaba a eso de la media tarde, así como por casualidad, para ver si caía una suerte de remerienda, apenas había libros y los pocos que había se podían encuadrar en un género literario denominado ‘vidas de santos’. Jugaban un papel opuesto al de algunas redes sociales. Mientras de los libros escurría zumo de moralina, presentaban personajes cuyas vidas eran expuestas con el propósito de ejercer de modelo, dichas redes nos refuerzan nuestras miserias, nuestra parte más deleznable, al constatar que estamos bien acompañados por semejantes de la misma ralea.

Entre aquellas vidas ejemplares se me amontonan en la cabeza dos grandes grupos: los tremebundos martirologios, literatura casi gore, que relataban sufrimientos como el de Lucía de Siracusa que hoy celebra el santoral cristiano -¡feliz día de la patrona, buenas gentes de Rasueros!- y las asombrosas hagiografías centradas en las leyendas y milagros. En todos los casos, los protagonistas son coherentes de principio a fin. Pudo haber un pasado pecaminoso, un tiempo pretérito de espaldas a Dios, pero desde un momento determinado, toda obra, toda acción, tenía un único sentido: cumplir el primer mandamiento de la ley de Dios.

La salvación para los cristianos de a pie es más sencilla, basta con una buena ejecución sacramental en los dos extremos de la vida, estar bautizado y morir en gracia de Dios. Lo que ocurra en el transcurso es mucho menos trascendente.  

Lo ideal para alcanzar la gloria futbolística es también la coherencia argumental: jugar bien, incluso bonito, en todas las partes del campo. Los equipos de a pie como el Pucela se tienen que conformar con menos, con un buen desempeño en los dos extremos del campo: las áreas.  A veces, incluso, sobra con uno. El curso pasado, abonado al 0-0 o al 1-0, se supo sobrevivir con una práctica defensiva de notable alto y algún gol que caía del cielo, como a mí aquellos bocadillos.

La solvencia defensiva es un mito del pasado. El viernes, Budimir y Calleri, maceta y cortafríos, sin tener claro cuál es cual, las hicieron pasar moradas. Este año hay que encomendarse al acierto en el área rival. Frente a Osasuna, Weissman estrenó galones como titular –la otra vez que salió de inicio no cuenta, se tuvo que ir enseguida por expulsión de un compañero-. Por lo que sabíamos, era un delantero ratón, uno de esos especialistas de los espacios reducidos, de los que ven un hueco en ese territorio en que a los demás se les nubla la vista, de los que necesitan que se les lleve el balón hasta allá. Así fue dos veces. Así fueron dos goles. Entre Marcos André y Weissman, cuchillo y bisturí, podemos pensar en una extremaunción a tiempo. Porque la vida del Pucela en todo el resto del campo está para ir derechito a las calderas de Perico Botero.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 12-12-2020

No hay comentarios:

Publicar un comentario