miércoles, 16 de diciembre de 2020

SEÑOR POLICÍA, A BARRABÁS

Déjense de errores históricos ni de metafísicas sobre el sentido de la justicia, el gentío que se arremolinaba en la calle gritó ¡a Barrabás, a Barrabás! porque entendió que, para Pilatos, el tal que lanzó la pregunta al aire, esa era la respuesta correcta. Imagino la cara de  tensión de cada uno de ellos mientras, como cualquier concursante del Pasapalabra, espera la sonrisa de aprobación del presentador dando por buena la respuesta, teme el rictus subsiguiente al error.  

De igual manera, pierden valor científico las encuestas. Seguro que hay rigor en todo el proceso, desde la conformación de la muestra hasta la aplicación de las fórmulas matemáticas, pero fallan las respuestas, más destinadas a aprobar un examen, a caer en gracia al encuestador, que a ser material de estudio sociológico.

Darle la razón, apoyarle públicamente con algún gesto, hacer lo que ordena, es una fórmula sencilla de ganarse el favor del poderoso, del examinador, del que tiene el lápiz por el mango, y eso siempre, a la larga o a la corta, puede reportar algún beneficio. En esta filosofía se envuelven los chisgarabises de turno que andan al acecho buscando mascarillas ausentes o mal colocadas para ir corriendo en busca de un policía. Más allá del juicio concreto me hundo en la desconfianza, porque temo que esos, los que llenaban las plazas cuando tocaba quemar herejes, llegado el caso, tendrían la misma docilidad ante cualquier arbitrariedad ejercida por el poder de turno. No son todos, ni siquiera la mayoría, pero sí los que se ven, los que se oyen, una masa suficiente para sostener cualquier dictadura, cualquier régimen de terror.

Estos tiempos raros están sirviendo también como experimento sociológico. Y el resultado no es nada alentador.  


Publicado en "El Norte de Castilla" el 16-12-2020

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