Observo la foto, el balón al aire, el brazo elevado de San
Emeterio, me traslada al momento del penalti. Esta es de otra jugada, pero se
repite la situación -¿irresponsabilidad?, ¿imposibilidad de impulsarse sin
separar los brazos del tronco?- que provocó el silbatazo del árbitro. Se repite
insistentemente, porque el del sábado fue el tercer penalti de la misma factura
que cobran al Pucela en lo que va de temporada. Saltar así, por lo visto, se ha
convertido en una temeridad que expone al equipo al albur de la voluntad de la
pelota. Porque ya no es el clásico ‘voluntaria versus involuntaria’ el que
decide el sí o el no del fatal castigo; ahora el coco del árbitro se debate
entre si la posición de la mano cuando el golpeo es o no natural. Mientras sea
este criterio el que decida, bien estará que se entrene el salto con los brazos
tan pegados al cuerpo como los de un muñeco de futbolín.
De niños, cuando alguien tocaba el balón con la mano, cuando
la metía donde no tocaba, se le cantaba, de mejor o peor humor según el caso,
‘las manos al culo, el culo en casa y la casa lejos’. La solución drástica,
cortársela y dejar a los jugadores blanquivioletas tan mancos como la Virgen
negra de Padura, no se contempla.
En cualquier caso, San Emeterio negaba la mayor. Trataba de
convencer al árbitro de que la pelota no le golpeó en el brazo sino en la cara.
Le mostraba el colorao de su rostro como prueba. ‘Casi me arrancan la cabeza’,
parecía decir. Tampoco sería extraño. Por ‘La transparencia del tiempo’ nos
pasa inadvertido, pero a lo largo de los siglos, las mismas vicisitudes, como
cuentas de un rosario, se encadenan idénticas una y otra vez. El San Emeterio
de la segunda mitad del siglo III fue un calagurritano con estampa de
mediocentro enrolado en las milicias romanas. Vestido con la camiseta del
cristianismo, abandonó la defensa de Roma asumiendo el riesgo que tal decisión
acarreaba. Murió decapitado. Su cuerpo y su cabeza se veneran por separado en
Calahorra y Santander (no en vano el nombre de la capital cántabra procede de Sancti
Emeterii). En este caso, los brazos quedaron pegados al cuerpo. Sin riesgo de
penalti.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 21-12-2020
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