sábado, 17 de septiembre de 2022

TENÍAMOS EL FUEGO

La convivencia genera en cualquier pareja fricciones que, lejos de alimentar la llama, pueden desgastar su relación. Lo indefectible es que la rutina del día a día provoca menos emoción que la que hace vibrar durante el tiempo en que se fragua el idilio. Por eso las películas románticas concluyen con un beso que actúa como pistoletazo de salida. Si prosiguieran y mostraran la relación, dejarían de aparecer en el estante de las románticas. Algo así ha ocurrido a parte de la afición del Pucela con Sergio: el flechazo ha dado paso a la ojeriza y el resentimiento. El caso es que ha vuelto al que fuera su hogar presentándose como víctima propiciatoria al frente de un equipo que arrastraba un funesto doble cero: en la puntuación y el número de goles a favor. Lo que en otras tierras se hubiera apreciado como una oportunidad, en las inmediaciones del Zorrilla despertaba temblores por la costumbre local de reanimar moribundos cortando las sogas estadísticas negativas que les negaban el oxígeno.
Pese al primer parecer, que el Valladolid se impuso en el juego durante 80 de 90 minutos, una mirada más en profundidad nos muestra un error recurrente: el deseo plausible de atacar en pos del triunfo ha impelido a Pacheta a aumentar el número de atacantes disminuyendo el número de efectivos en el centro del campo. Como consecuencia, pierde la batalla en la zona trascendental dejando al equipo a merced del juego del rival. Ocurrió ante el Almería, pese a que la alegría final enmascaró que el Pucela acabó dominado, ante el Girona y ante el Cádiz. Sergio, su equipo, consiguió el triunfo haciendo lo mismo que hacía en los tiempos de aquí: procurar que en el campo no pase más que el tiempo, rezar para que su rival no acierte con las ocasiones que, a pesar de lo anterior, pueda generar y aprovechar lo poco que el fútbol le posibilite –o el oponente le conceda–. Sabemos de qué hablamos, esa arena, desabrida en la victoria, indigesta en la derrota, la masticamos de sobras aquí. A pesar de lo dicho, no me vayan a malentender, en el fútbol y la vida apreciaré más al que cae derrotado alardeando de ganas de vivir/jugar que el que se limita a alimentarse, aunque sea muy bien, de los errores ajenos.

Debido al parón por las selecciones, habrá que sobrellevar este mal sabor de boca durante más tiempo del correspondiente. Lo haremos con la consciencia de que el Pucela tiene herramientas para llegar a puerto, para poder decir como Jorge M. Molinero en su libro 'La ceguera del lanzador de cuchillos', “teníamos el fuego, eran de cera sus palacios”.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 17-09-2022

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