martes, 13 de septiembre de 2022

TODO Y NADA

Qué setenta años, Dios mío, qué setenta años. Un tiempo que, siendo todo en la vida de un hombre, puede ser nada, apenas un instante en la historia de la humanidad, ocupar un par de renglones en los textos posteriores. No ha sido el caso, como después de setenta noches de fiesta, iguales una a otra, nadería, estos siete decenios han sido el día que para bien o para mal conoces a alguien que voltea tu vida. Una eternidad que se estrenó con hectáreas interminables para faenarlas con mulas y un arado romano concluye con un mundo que cabe en un pañuelo. Materia entre medias para montoneras de libros.
Los centros han sido centros y han absorbido dos periferias, dos manos baratas de obra, la rural cercana –de los mil habitantes que en mi pueblo rebosaban salud entonces quedan apenas un centenar esperando su día, y el último que apague la luz- y la de otros continentes que llegan de forma distinta a Paco Martínez Soria pero, en el fondo, igual.

Un imperio caía, otro emergía que ahora tiembla mirando al este. Setenta años hace que llegó Renault, FASA. Setenta años que parecen ser siempre. Que de tal, parece que será para siempre. Ahora, también la marca del rombo mira -temblamos- al este: una empresa china otea ‘motores’.

Setenta años en que la prisa se ha hecho dueña, en que no sé si la cabeza, no tan distinta de la de hace milenios, se adaptará a tal frenesí.

Paro y pienso, si hubiera nacido 70 años antes estaría muerto, no necesariamente por una de las guerras, la medicina “adelanta que es una barbaridad”.

Los diez años de mi madre, los diez de su nieta. Dos planetas diferentes.

Todo ha cambiado más que nunca, pero, Mercedes Sosa: “No cambia el amor, por más lejos que me encuentre. Ni el recuerdo ni el dolor de mi pueblo y de mi gente”.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 13-09-2022

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