Ignoraba su nombre hasta hace unos días. Mala hora para
aprenderlo. Una noticia publicada por Eva Esteban en este nuestro El Norte de
Castilla nos informaba de que ya no habrá más ‘puertas de Alcalá’: José Antonio
Guerra, así se llamaba el motorista del contento contagioso, había fallecido
días antes de dar la vuelta al año. La frase del ‘1984’ de George Orwell, en
este caso, tendría sentido: Guerra era la paz.
Valladolid, deslumbrado por su fulgor en los libros de
Historia con mayúscula, evoca en su callejero, en su listado de monumentos, en
la denominación de diversos edificios, incluso en un panteón en el cementerio
de El Carmen, el nombre de los paisanos considerados ilustres. Otros, menores
en ese rango, adornan una historia con minúsculas, forman parte de lo cotidiano
de un par de generaciones: son de todos, sin su presencia la ciudad en que
vivimos sería otra.
Al final, nada permanece ‘viendo pasar el tiempo’, es el
tiempo el que nos ve pasar.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 16-01-2024
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