Por estas fechas hace un año que se jubiló
mi padre tras más de medio siglo surco abajo, surco arriba. Nunca le faltó un
mendrugo pero nunca tuvo más. Hijo mayor y huérfano desde los once años arrancó
de la tierra el fruto necesario para que cuatro niños pudiésemos llegar a
hombres. Hoy la OMC le acusa de genocida.
Sostienen que ha cobrado alguna subvención,
a resultas miles de millones de personas de países pobres no han podido vender
sus productos en los grandes mercados y el hambre subsiguiente mata a más de
treinta mil personas diariamente. Al ser consciente de la magnitud de sus
crímenes mi padre ladeó su visera.
La OMC es un médico
que ante cualquier enfermedad receta la misma medicina: liberalizar mercados.
En realidad el paciente no le interesa. No es un organismo altruista sino un
vocero de los intereses de las grandes empresas. Los mismos patronos que
arrancan las industrias y las arrastran a geografías donde esclavizar es rutina
pretenden precarizar el poco empleo agrícola que aún queda.
Las razones de la
pobreza endémica en dos terceras partes del globo parten de una voluntad
política, de una forma de producir y de repartir que necesita como gasolina
para su motor una legión de excluidos. Hoy con un discurso retozado de buenas
intenciones no pretenden otra cosa que incidir en sus deseos. Adueñarse, más
aún, del mundo. El proteccionismo agrario en Europa ha permitido, a la par, que
los pequeños agricultores pudieran subsistir y que los grandes rentistas
engordaran sus millonarias cuentas. La PAC es, en muchos casos, una
transferencia de fondos desde clases sociales más bajas a especuladores de mala
saña. Por desidia de muchas administraciones, la Junta de Castilla y León es un
ejemplo de catón, no ha servido para una verdadera transformación agrícola que
garantizase su supervivencia.
Sin política que
garantice la pervivencia de la agricultura en nuestro mundo rico mataremos el
futuro de nuestro campo y, que nadie se lleve a engaño, seguirán muriendo los
mismos en el resto del mundo. Ya lo dice mi padre: aquí no produciremos nada,
las grandes corporaciones comprarán Gabón a cambio de cuatro máquinas, pero les
sobrarán los gaboneses salvo unos pocos que trabajarán como esclavos.
Tras escuchar la
acusación, mi padre me dijo “yo seré un genocida pero OMC sólo puede significar
organización mundial de cínicos”. Y muy peligrosos, le contesté.
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