Una maleta como
principio y fin de Rosa María. Una maleta de cartón de España profunda huyendo
de las penalidades del hambre mesetario le acompañó en el sueño de pan de la
Barcelona industrial; otra maleta, rebosante de infamias, apostada en un banco
fue testigo de sus últimas palabras dirigidas al cielo o a la nada. Rosa María,
dieciocho hijos mediante –once vivos aún- ha muerto sola y abandonada. Vieja y
loca era demasiada carga y como una culpa cualquiera se la arrojaban unos a otros.
Ya sin fuerza y sin razón se la despeñó al abismo, probablemente su demencia le
anuló la capacidad de odiar, de despreciar a sus hijos, hasta eso se ahorraron.
El hecho no es reciente pero ahora ha trascendido tras un proceso judicial que
le ha puesto precio: 240 euros de multa. El ordenador con el que esto escribo
equivale al abandono de cinco madres. Paradojas del simple existir, con el paso
de los años, una madre, se transforma en una vieja y si todo se mide por la
eficacia y el rendimiento ¿Para qué sirve una vieja?. 240 euros es la punición
por arrojo de escombros en la vía pública.
Américo Rodríguez
grita su rabia contenida tras muchos años y más desaires. Se le niegan seis
metros cuadrados donde instalar un ascensor que sustituya a sus pies enfermos,
se le niegan las palabras directas del presidente de la Junta mil veces
requeridas, se le niega una vida distinta al vegetar... y llora hacia dentro
sus lágrimas mientras pasea su dignidad recordando que su vivir es un sinvivir.
Cincuenta días de huelga de hambre nos interrogan, y tras cincuenta días, con
Américo en el hospital, su mujer no puede más: “que quién pueda hacer algo lo
haga”. De la misma forma que la vida es eterna en cinco minutos, la existencia
puede ser insufrible sin seis metros que no se venden. El aleatorio dardo de la
enfermedad se ha clavado en Américo pero la puntilla es brutalmente humana.
Son dos casos,
sólo dos personas invisibles en las estadísticas. En los próximos meses seremos
bombardeados con promesas de una mejor calidad de vida si votamos a tal o cual
partido. Hablarán de proyectos faraónicos de miles de millones de euros, de
trenes que en media hora nos llevarán a cualquier parte, de Europa, de la
Constitución. Pero somos nosotros, usted y yo, los depositarios de parte de la
felicidad de las personas que nos rodean. Tomando partido por los más débiles.
Es una opción egoísta, mañana seremos viejos o enfermos.
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