El escudo del Real Valladolid se deja
ver un par de veces dando color a dos nombres que aparecen en el listado de los
máximos goleadores de la Primera División. En ambos casos ese trofeo fue
compartido con jugadores de otros equipos. El más reciente, lo recordamos
quienes tenemos bastantes muescas en el DNI, lo consiguió el uruguayo Jorge
‘Polilla’ Da Silva con los mismos goles que el madridista Juanito. Aquello
ocurrió en la temporada del 84, mítica en el imaginario pucelanista porque en
ella se consiguió el único trofeo oficial depositado en la sala de trofeos del
club, la Copa de la Liga.
Para encontrarnos con el otro
Pichichi vestido de blanco y violeta hay que desplazarse mucho más allá en el
tiempo, hasta la temporada 57-58. Ese año no dejó un gran sabor de boca a
orillas del Pisuerga ya que, tras diez sesiones completas e ininterrumpidas en
el primer peldaño, los huesos del Real Valladolid fueron a golpear en la
Segunda División. El consuelo tuvo el nombre de Manuel Badenes quien, a pesar
de lo infausto de la temporada, consiguió que nadie marcase más goles que él
aunque hubiera dos que metieran los mismos: el valencianista Ricardo Alós y
(pónganse de pie) Alfredo Di Stéfano.
Badenes había llegado el curso
anterior tras un amplio periplo en el Valencia, allí había perdido la plaza de
titular y, ya talludito, decidió emigrar desde el Mediterráneo al frío
castellano. No le costó adaptarse, al menos en lo futbolístico, ya que, junto a
Joaquín Murillo, formó una delantera letal; entre ambos consiguieron hundir el
balón en la portería rival 35 veces en los 30 partidos de los que constaban las
temporadas por aquel entonces. Al mando del técnico toledano Rafael Yunta, el
equipo logró redondear uno de los mejores años en la historia del club,
concluyendo en la octava posición. Al finalizar, el joven Murillo se fue a
Zaragoza dejando huérfana la delantera y Badenes, aunque incrementó en tres su
cifra goleadora, no pudo hacer el trabajo que el curso anterior se habían
repartido entre dos. Sus 19 goles dieron lustre, pero no pudieron ser más
estériles para un grupo que ocupó la penúltima posición. El equipo que le
antecedió fue el Real Zaragoza, que consiguió la permanencia gracias a los
goles, paradojas de la vida, de Joaquín Murillo.
De Valladolid, Badenes fue a Gijón
pero ya nunca volvió a ser el que fue el que había sido. No le fue bien en el
plano individual, cuatro goles, ni en el colectivo. La hiel del descenso llegó
de nuevo a su lengua, y decidió abandonar la profesión. Como todos los
guerreros se retiró a la ciudad en la que fue niño, Castellón. Allí, alfa y
omega, falleció en 2007.
Nos acordamos de su figura porque es
bueno que cualquier institución tenga su santoral para recordarlo en fechas
significativas y hoy es una de ellas. Con el primer gol que ayer anotó Messi
(pónganse de nuevo en pie) igualó los que metió Badenes a lo largo de su
carrera. Queda con este dato remarcado el nivel de este futbolista que durante
dos años fue paisano nuestro. Ningún jugador que haya
sido blanquivioleta jamás anotó tantos goles. Nos encomendamos a su recuerdo en
estos momentos en que tanta falta hace.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 24-01-2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario