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Ningún día es buen día para morir. Se puede alegar que existen personas que prefieren retirarse de la circulación antes de que la biología dicte sentencia y se ponen a ello bien de propia mano, bien reclamando asistencia para cerrar sus días. Pero por suerte, el número de quienes han habitado o aún habitan en el páramo de ambas dramáticas coyunturas es comparativamente muy pequeño respecto al de los que encontramos cualquier excusa para querer despertar mañana. Lo de 'mejor morir de pie que vivir de rodillas' dejémoslo en el terreno metafórico, quienes tal cosa afirman desean, por encima de todo, que no les tengan que arrastrar tumbados.
No hay forma de muerte de un allegado que nos sea grata. Siempre hallamos algún pero. Si el deceso se produce 'de repente', siempre nos parece demasiado pronto, «¿quién lo iba a pensar?, estaba tan bien, no me hago a la idea». Si ocurre tras una larga agonía, entendemos que el postrer sufrimiento estaba de más, debería haber forma de evitarlo. Para cada cual, sin embargo, me da que habría abrumadora mayoría que elegiría la primera opción. Recuerdo el día que enterramos a mi abuela Jacinta. A la vuelta del cementerio, en la que había sido su casa, mis tías, sus hijas, lloraban desconsoladas. Cogí un papel y un bolígrafo. A ver, dije bien alto, id firmando aquí quienes queráis morir de la misma manera. Apunto: lucía orgullosa un estado físico y mental impecable para sus 93 años. Había terminado todas las labores de atención de su casa. Sus hijas acababan de llegar. Se acercó al salón comentando llegar que se sentía algo mal. Fue a buscar su sitio en el sillón. Cerró los ojos. No los volvió a abrir. Huelga decir que se acabaron las lágrimas, que uno por uno toda la familia dejó claro que para sí querrían irse inopinadamente tras una vida larga.
Perder frente al Barça en su estadio viene a ser como una muerte sin dolor. Normalmente, cuando te has dado cuenta, ya eres cadáver. Ello no obsta para intentar salir con vida. Nadie muere el día de la víspera. Puedes salir vivo si cuadra que todo te sale bien y ellos no aciertan una. Estadísticamente, una vez de muchas. Cuando no se da lo entendemos como normal y miramos lo que nos queda delante. Waldo es consciente de la situación. Pese a la cara de funeral, sabe que la derrota se digiere mejor que si hubiera sido frente a uno de los que peleará con nosotros al final de la temporada. Puede, también, que el lamento no se deba al resultado sino a la oportunidad perdida. La titularidad se vende cara y ayer el extremeño no lució en el escaparate.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 30-10-2019
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