lunes, 10 de noviembre de 2025

LISTA DE WHATSAPP IDÓNEA PARA ALMADA

 

Foto: Manuel Esteves-Factoría 9

Todas las mañanas, Julio, padre de Julio, me envía un mensaje -un WhatsApp, decimos, confundiendo sustancia con medio- en el que encuadra una especie de aforismo bajo el rótulo ‘La frase del día’. Todas las mañanas, por supuesto, lo leo; el que lo haga caso, que lo asuma como consejo, también por supuesto, es harina de otro costal. Sin embargo, mi cabeza obra así, de tanto en tanto juego con la frasecita, pretendo adecuarla a algún contexto cercano sobre el que ande cavilando. Así que, cuando corresponde escribir sobre el Pucela, blanquivioleta y en botella: interpreto la frase con clave en el último partido, en el desempeño global del equipo en un periodo determinado, en alguna circunstancia concreta, en algún protagonista…

Pendiente pues de sentarme a escribir este texto, taza de café en mano, cerebro revoloteando con su dispersión habitual, me asaltó el timbrazo del móvil avisando de la acometida de un mensaje: el de Julio, padre de Julio, supuse y atiné. Abro y leo: [“Para progresar no basta actuar, hay que saber en qué sentido actuar.” Gustave Le Bon. 1841-1931. Psicólogo francés]. Cuando uno habla, incluso si escribe, praxis con la que las palabras se anclan, pierde la propiedad de lo expresado, de su sentido, incluso, del significado de cada vocablo, de cada enunciado. Las palabras vuelan, adquieren vida propia, se adaptan, se transfiguran.

Le Bon, que cumpliría los ochenta y seis al final del año en que se editó el primer tomo del ‘Mein Kampf’, desconocía, mientras se iba desarrollando su obra, que esos textos publicados inspirarían el libro en que Adolf Hitler apuntalaría su programa. Menos aún, Le Bon, que fallecería cuando el Real Valladolid apenas había cumplido los tres años de vida, pudo imaginar que la frase referida podría servir para definir uno y tantos partidos del Pucela, uno y tantos encuentros de fútbol.

Exigimos a ‘nuestros’ futbolistas que actúen, que corran, peleen, se machaquen, creyendo que ese material de combate garantiza el objetivo –‘el objetivo es la victoria’, reza la letra compuesta por José Miguel Ortega para el himno del Real Valladolid-; pero ese actuar, si no se sabe cómo, en qué sentido, resulta deficiente, carece de valor. Obvio que el sentido idóneo, ese saber cómo, precisa actuación: la teoría desapegada, la teorética, de nada sirve. Exigimos y, me atrevo a afirmar que cumplen con ese requerimiento. Pero comprobamos que solo con el esfuerzo no alcanza, que falta el juego capaz de desdoblar los sistemas rivales.

Las aportaciones de Le Bon sobre dinámicas sociales y grupales se sustentan en la afirmación de que ‘los seres humanos desarrollan en colectivo comportamientos que jamás desarrollarían individualmente’.  La masa desresponsabiliza, contagia, sugestiona, condensa. El conjunto infunde temor por lo que induce a la integración, a la adaptación, como resorte de supervivencia. Por más que pensemos que un equipo de fútbol se articula como un entramado militar, como la suma de individuos desindividualizados, dóciles, alienados; en realidad, el equipo, por más que se armonice acatando el plan del entrenador, se conforma con la suma de cualidades que incluyen la personalidad. Una personalidad que demanda prestancia, carácter, determinación y, faltaría más, la voluntad de no agazaparse.     

Días antes, la frase enviada por Julio, padre de Julio, fue escrita por Fiedrich Nietzsche: “Para llegar a ser sabio, es preciso querer experimentar ciertas vivencias, es decir, meterse en sus fauces”. Ante Granada y Cádiz el Pucela ha experimentado el agobio de inicio, ha vivido encerrado. Continuaba el filósofo alemán, “Eso es, ciertamente, muy peligroso, más de un sabio ha sido devorado al hacerlo”. El Pucela ha sobrevivido. Pero que se mantenga alerta el sabio Almada, las fauces del fútbol engullen. Al final, volvemos a las frases mañaneras, días antes de días antes, recibí una del dramaturgo Jardiel Poncela, recordaba: “En la vida humana solo unos pocos sueños se cumplen, la gran mayoría se roncan”; y más antes, otra, esta del periodista francés Alphonse Karr, subrayaba: “Nos gusta llamar testarudez a la perseverancia ajena pero le reservamos el nombre de perseverancia a nuestra testarudez”. Si el señor Almada lo desea, le pido a Julio, padre de Julio, que le incluya en la lista de receptores de su correspondencia diaria. Lo haría con gusto. Además, los sellos de estas cartas son baratos.   

Publicado en El Norte de Castilla el 11-11-2025

No hay comentarios:

Publicar un comentario