lunes, 11 de agosto de 2003

UNO MÁS UNO SON SIETE

Los chicos de la orquesta arrancaban de sus instrumentos, con más entusiasmo que destreza, los acordes de una cancioncilla de verano. Se me acerca uno de los pocos que permanecerán en el pueblo cuando los músicos recojan y el jolgorio estival dé paso a diez meses de un crepúsculo abrumadoramente mudo. Manolo, perdido entre la marabunta de desertores del arado que bailamos en la plaza de Rasueros, me dice “Juaqui, mecagüen la leche, tó la vida oyendo que una más uno son dos y va éste, suelta que son siete y se hace millonario”.
Quizá esa frase no sea un chascarrillo, quizá el resultado de cualquier cuenta no sea otro que el que más interese  repetir y de ahí el empeño del gobierno en mentir, en sumar a la inversa.
Durante el espacio temporal de ese oasis de vida en los pueblos que es el verano, una ola de calor ha matado –o ayudado a morir- a más de cinco mil personas en Francia, a cerca de dos mil en Portugal y así erre que erre. Menos en España que con el ábaco del gobierno hemos contado cien muertos escasos. Es tal el complejo de culpa del PP que se defienden hasta de lo que no se les ataca. Pero algo sabemos, cuando hablan mienten, cuando suman restan. Uno más uno son siete.

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