Los chicos de la
orquesta arrancaban de sus instrumentos, con más entusiasmo que destreza, los
acordes de una cancioncilla de verano. Se me acerca uno de los pocos que
permanecerán en el pueblo cuando los músicos recojan y el jolgorio estival dé
paso a diez meses de un crepúsculo abrumadoramente mudo. Manolo, perdido entre
la marabunta de desertores del arado que bailamos en la plaza de Rasueros, me
dice “Juaqui, mecagüen la leche, tó la vida oyendo que una más uno son dos y va
éste, suelta que son siete y se hace millonario”.
Quizá esa frase no
sea un chascarrillo, quizá el resultado de cualquier cuenta no sea otro que el
que más interese repetir y de ahí el
empeño del gobierno en mentir, en sumar a la inversa.
Durante el espacio
temporal de ese oasis de vida en los pueblos que es el verano, una ola de calor
ha matado –o ayudado a morir- a más de cinco mil personas en Francia, a cerca
de dos mil en Portugal y así erre que erre. Menos en España que con el ábaco
del gobierno hemos contado cien muertos escasos. Es tal el complejo de culpa
del PP que se defienden hasta de lo que no se les ataca. Pero algo sabemos,
cuando hablan mienten, cuando suman restan. Uno más uno son siete.
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