jueves, 28 de abril de 2016

AUNQUE LE PONGAN DONDE HAYA

Esas clases particulares de las que uno sobrevive crean cierta complicidad con la chavalería, Por ello, no es infrecuente que al acabar de explicar cómo se resuelve una integral o de qué manera se desplaza una onda, las conversaciones se arranquen por otros derroteros. En uno de estos casos, tras cerrar el cuaderno, un chaval, todo ufano, me dijo:”Joaquín, he aprendido un truco para ligar. Consiste en hacerse el sensible, que eso, a las chicas, les gusta mucho”.
Más allá de lo que por sí misma nos muestra -la constatación de una sociedad en que ni sus miembros más jóvenes terminan de arrancarse de las garras del machismo-, la frasecita revela ese aspecto camaleónico tan propio del ser humano que le lleva, con frecuencia, a mantener actitudes en las que en las que no cree si de ellas obtiene un rédito que le compense. Por esto, cada vez me rechina más ese discurso moralizante que se está imponiendo, ese magma social que se propaga exigiendo a los dirigentes políticos una honestidad sin tacha. No me sorprende que esta sea la respuesta social ante una situación económica calamitosa, ante el miedo y la falta de perspectivas, derivada, a juicio de esa misma sociedad, por la suma de indecencias. Responde a un comportamiento pendular que nos permite cambiar los elementos de medida en menos de lo que canta un gallo. Así, pasamos sin contemplaciones de la manga ancha al ojo de una aguja.  No me sorprende pero me chirría, porque la historia muestra que en cualquier lugar, momento y con todos los tipos de gobierno que haya podido haber, los elementos más perniciosos se terminaron colando. No entiendan esto como un canto a la desesperación, más bien todo lo contrario. En una sociedad, la que sea, no hay forma de evitar que una persona que llegue a un puesto de gobierno pueda tener la peor de las intenciones. Es posible que un sinvergüenza llegue a impostar la honestidad, hacerse el sensible como aquel chaval, y servirse de la impostura para conseguir sus objetivos de ‘ligarse’ al electorado. Lo que requiere una democracia es estar prevenida ante dicha posibilidad, crear los mecanismos que eviten que, conseguido su propósito de llegar al poder, pueda cometer fechorías.  
Publicado en "El Norte de Castilla" el 28-04-2016

lunes, 25 de abril de 2016

FUERZAS CONTRA FUERZAS


Si desde el piso de arriba cayese una piedra, y fotografiase la ventana en el preciso instante en que dicho pedrusco estuviese a la altura de mi cabeza, podría decir, al ver la imagen, que la piedra está a la misma distancia del cuarto piso que del segundo. Pero, con ser cierta la afirmación, no serviría para explicar nada. Habría que añadir, si se pretende entender qué está ocurriendo, un estudio de fuerzas y concluir que la piedra se mueve en una dirección, hacia abajo, debido a la implacable ley de la gravedad. Nuestra piedrecita está condenada a caer a menos, eso sí, que otra fuerza mayor se interponga en su camino. Las fotografías, como los análisis acomodaticios, solo visualizan un instante concreto, sin contar cómo se llegó a producir, sin prever qué ocurrirá o, llegado el caso, qué se podría plantear para que ese algo inexorable no se llegue a producir. Frente a la estática fotografía caben, pecando de lo contrario, secuencias de imágenes cuyo movimiento se opone a las inmutables leyes físicas, idealizaciones que no se pueden sostener más que en escenarios oníricos o en los dibujos animados. Aquellos, por conservadores, yerran al centrarse en lo que existe dejando de lado las dinámicas sociales; estos, por ilusos, al hacerlo de lo que sueñan, dejando de lado lo que hay.

jueves, 21 de abril de 2016

CON PÓLVORA DEL REY

Por julio de 2012, el recién estrenado gobierno presidido por Mariano suspendió el abono de la paga extra de diciembre a los empleados públicos. La razón esgrimida se puede resumir en que la situación económica del estado era pésima ya que el déficit era superior al permitido y la deuda pública crecía como la mala hierba. De paso, ya digo que acababan de llegar, plasmaban la desastrosa herencia recibida del gobierno anterior. Rajoy, casi con lágrimas en los ojos, explicaba que todo lo hacía en contra de su propia voluntad.

lunes, 18 de abril de 2016

ZORRILLA Y EL RUGBY, AMANCEBADOS

Los juegos dejan de ser juegos en cuanto los que lo practican son conscientes de que alguien los está mirando. Sucede, de alguna manera, algo similar a lo que enunciara Werner Heisenberg allá por 1925 en su ‘principio de Incertidumbre’. Este físico alemán demostró que no existe la posibilidad de medir experimentalmente, con precisión y de forma simultánea, algunos pares de magnitudes -como la posición y la cantidad de movimiento de una partícula- ya que cuando se consigue medir la primera se perturba la segunda, lo que modifica su valor.  Aquellos ojos vigías, con su sola presencia, perturban, de la misma forma, el contexto y subvierten el orden de las motivaciones de quienes antes pretendían divertirse en primera instancia y después, si podía ser, ganar. A partir de ese instante, el simple entretenimiento adquiere un carácter secundario y vencer, imponerse, mostrar que uno es mejor que el otro, pasa a ser el objeto principal. El deporte puro, más allá de algunos juegos de niños, por tanto, no existe; está contaminado por los ojos que lo ven.
La segunda subversión llegó en el momento en que los ‘mirantes’ empezaron a ser muchos más que los que los practicantes, en que la razón de ser del juego no tenía más sentido que el deleite de las muchedumbres. Para ello, para albergar a ese cúmulo de personas, fueron construidos los templos de esta nueva religión. Allí los fieles, de tanto en tanto, se convierten en el músculo que da vida a unas estadios que sin ellos no serían más que, como dijera Mario Benedetti, un esqueleto de multitudes. Cuando se llenan, sin embargo, destilan vida.

domingo, 17 de abril de 2016

SEGUIR EXCAVANDO

El maestro Gila, en uno de sus monólogos cuando aún no se llamaban así, relataba la historia de su vida. Una historia de mucha pena, como le gustaba advertir. A vuelapluma, que no hay tiempo para más, transcribo uno de los episodios de esta azarosa biografía: «En la mesa éramos doce; a saber, nueve hermanos, mi papá, mi mamá y un señor de marrón. Tantos, que estábamos deseando que se casara mi hermana la mayor para que nos tocase más en el reparto, pero cuando se casó pasamos a ser trece y esperábamos a otro». Vamos, que en la familia de don Miguel, como en casi todas, se convertía en inexorable la Ley de la fatalidad de Murphy: si algo puede salir mal, no lo duden, saldrá mal. Puede sonar a gracieta, pero lo cierto es que, por unos motivos o por otros, cuando algo se tuerce parece que atrae a todas las desgracias de su signo. Parte de la explicación tiene que ver, solo en parte, con la percepción; esto es, que tal vez no sea así en realidad pero así lo percibimos ya que tendemos más a recordar esos males cuando llegan encadenados como cuentas de rosario que cuando suceden de forma aislada y se intercalan entre las buenas noticias. Sin embargo, también hay otra parte de la explicación que se asienta en los hechos tal y como son y es tan simple como que una mala noticia infiere en nuestro estado de ánimo de manera que nos predispone a malencarar los acontecimientos venideros. Sea, por ejemplo, una mala noticia en el territorio laboral, el ánimo decae, el ritmo adquirido se modifica, las relaciones personales empeoran porque a uno le apetece menos la tertulia y cuando le apetece se muestra más irascible y, entonces, es el resto el que se aleja. Podemos añadir que en tal estado es más fácil enfermar, etc, etc. Aun cuando te esfuerzas por romper esa dinámica, cualquier pequeño traspiés te devuelve a la penumbra.

jueves, 14 de abril de 2016

PASCUAL DUARTE EN PANAMÁ


En los años cuarenta del siglo pasado, fueron publicadas en España una serie de novelas de que parecían tener algún denominador común: una especie de regusto por recrear los ambientes más escabrosos, por abundar en los hechos más sórdidos, por extraer a sus protagonistas de los ambientes más miserables. Este conjunto de obras, posteriormente, fue encuadrado en un género literario al que dieron el nombre de 'Tremendismo'. Quizás la novela más representativa sea 'La familia de Pascual Duarte' de Camilo José Cela.

El clima de censura absoluta en el ámbito literario no fue óbice para que estas novelas vieran la luz. Puede sorprender porque en ellas, en una primera lectura, parecían existir tintes de denuncia social. Sin embargo, profundizando en sus páginas, nos percatamos de que eran, sin más, novelas de distracción en el sentido de que hacían mirar hacia otro lado y no ver la procedencia real de la violencia que había asolado y asolaba el paisaje. La que se describía en estas tramas era aislada, individual y estaba ejecutada por perturbados y dementes que procedían de las alcantarillas de la sociedad; la violencia cotidiana era sistemática, programada y diseñada por 'las gentes de orden' en los más altos palacios. Los asesinatos de las novelas iban contra la ley, los de la calle se hacían con nocturnidad en nombre de ella. Vamos, que los tiempos que se vivían eran de una crudeza extrema, pero no por la maldad de los 'pascuales duarte' sino porque se sufrían todos los males propios de una posguerra y el día a día más cruel de una dictadura que había decidido asentarse aniquilando cualquier disidencia. 

domingo, 10 de abril de 2016

REPETIR O TIRAR

Cualquier estudiante sabe que un curso se puede aprobar, en primera instancia, salvando las evaluaciones o, en segunda, superando unos exámenes finales. En el caso de no lograrlo ni en una ni en otra, queda una última bala que se disparará allá por el mes de septiembre. Pero, no son pocos los alumnos que, a pesar de la triple oportunidad, no logran aprobar el número requerido de asignaturas y se ven en la tesitura de tener que repetirlo un año después. Por aquello de tener que sobrevivir impartiendo clases de apoyo y por mi faceta de padre, he podido escuchar las sensaciones de unos cuantos chavales que veían sus respectivos cursos como un muro tan alto que se sentían incapaces de saltarlo. En algún momento, cariacontecidos, cabizbajos, te espetaban que repetirían curso y que, por tanto, no merecía la pena ni un solo esfuerzo más. El cuerpo, para motivar, te pide exponer el catálogo de frases hechas, que si no hay nada imposible, que si querer es poder, que si tal, pero con el tiempo te das cuenta de que no producían efecto alguno ya que, aunque en principio pudiera parecer que sí, al primer revolcón posterior, volvíamos a las andadas. Era mejor mirar el fracaso de frente para sobreponerse y salvar algún mueble del naufragio. El problema no era repetir, un trago por el que han tenido y tendrán que pasar un ingente número de adolescentes, sino que ese golpe pueda generar un agujero insondable. Repetir curso, lejos de lo que pueda parecer, no facilita que la nueva intentona vaya a resultar más sencilla; de hecho, en muchos casos, suele ser al revés: los resultados del segundo desempeño son peores que los del primero menoscabando las posibilidades de reenganche. Ahora, cuando algún chaval me dice que da el curso por acabado, le respondo que una cosa es no pasar curso y otra, bien distinto, tirarlo. Que si no quiere verse, un año después, en las mismas circunstancias, tiene que mantener el hábito de estudio y adquirir el mayor número de conceptos que le faciliten la posterior tarea. Y ¿quién sabe? a lo mejor suena la flauta y se salta el muro. No es fácil asumirlo pero permite modificar el contexto para encauzar los años venideros.


jueves, 7 de abril de 2016

BISIESTOS Y ELECCIONES

Con la misma rotundidad con que Albert Einstein sentenció que solo existían dos cosas infinitas, el Universo y la estupidez humana, y que no estaba seguro de que la primera lo fuera; se puede afirmar que todos los años múltiplos de cuatro contienen el 29 de febrero y se celebrará el espectáculo de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, sin descartar que pueda no ser bisiesto. O sea, que el próximo primer martes posterior al primer lunes de noviembre, los estadounidenses tendrán el privilegio de elegir a la persona con más poder político del planeta. El mundo no será el mismo si la responsabilidad recae en Clinton, Sanders, Trump o Cruz, pónganse en el orden que se quiera. Los que no somos de allí les padeceremos sin haber tenido la posibilidad de decidir quién del cuarteto ha de ser dicha persona.

lunes, 4 de abril de 2016

HE SIDO YO, HE SIDO YO


Empecemos por el final. Lo que otrora, no hace tanto, se tuvo, pongamos por caso la estabilidad laboral acompañada de unos ciertos derechos, de repente, se ha esfumado, no es más que un vaporoso recuerdo. La gente sufre impávida estos reveses como si nada pudiera hacer; como si la solución, de haberla, estuviera en manos de otros. Asisten desesperanzados, observan los acontecimientos con absoluto descreimiento, no albergan sensación alguna que les haga intuir que algo, lo que sea, pueda voltear la situación. Sus rostros denotan cierto hartazgo, incluso se podría decir desafección. Lo que podría haber parido rabia ha engendrado, sin más, anonadamiento. Ya ni se piensa en cómo fue antes, en cómo pudo haber sido. Ni, por supuesto, se cuestiona cómo se ha llegado hasta aquí. Insertos en esta situación, cualquier cosa que la mejore -o la prometa mejorar- se convierte en el clavo en el que se agarra la esperanza. Cualquier cosita, un pequeño cambio, se celebra como si fuera la panacea. Los que se consideran a sí mismos protagonistas necesarios para haber obtenido esas migajas se enseñorean ufanos dispuestos para recibir los aplausos del tendido. Hasta que, ya en frío, caemos en la cuenta de que lo que se ha conseguido, todo lo más, es celebrar que no se va a mucho peor.