jueves, 31 de marzo de 2016

DE CIRUJANO A HOMEÓPATA

A Pablo Iglesias se le ha puesto cara de Samuel Hahnemann, aquel médico de la Sajonia que a finales del siglo XVIII propuso una serie de prácticas que se enfrentaban a la medicina convencional -la basada en argumentos científicos- que se han dado a conocer como ‘Homeopatía’ que se basaban en el principio de que ‘lo similar cura a lo similar’. Si para Hahnemann, las enfermedades crónicas provienen de una serie de miasmas; para Iglesias, los males de nuestra sociedad provienen de una serie de infecciones de la clase política. En un principio (apenas dos años, aunque nos haya parecido una eternidad) todos los males se acuñaban bajo un epígrafe que, por repetido, caló: la casta como origen de una situación putrefacta. Crecido, nos habló como un cirujano tradicional: existía un tumor y había que extirparlo. Tras los resultados electorales siguió manteniendo el mismo discurso, pero, poco a poco, nos fue recordando aquel chistecillo infantil: Mamá, dame cinco pesetas. ¿Cuatro pesetas? ¿Para qué quieres tres pesetas si con dos tienes bastante? Anda, ten una y compártela con tu hermano. El cirujano que iba a extirpar el bipartidismo ha recompuesto el rostro y ofrece renuncias para facilitar que lo que antes era tumor se convierta en solución: Lo similar cura a lo similar ergo una dosis de bipartidismo es el remedio para acabar con el bipartidismo.

lunes, 28 de marzo de 2016

TAMBORRADA EN MIRANDA


En la provincia de Albacete, situada en la carretera que une su capital con la de Murcia, está la localidad de Tobarra. Allí dicen que su Semana Santa es mundialmente conocida y debe ser cierto ya que, no en vano, sus celebraciones están declaradas de interés turístico regional y nacional. El que yo no hubiese oído hablar de ellas hasta hace unos días no resta valor a ese 'mundialmente'. El desconocimiento era debido más a mi torpeza que a otra cosa. El caso es que, ahora sí, estoy en condiciones de situar a Tobarra en el mapa, ya me ha llegado la onda. Ya sé que cada año, llegadas las cuatro de la tarde del Miércoles Santo, miles de tobarreños -a la vez- se aprestan a aporrear el tambor y la tamborrada no ceja hasta las doce de la noche del Domingo de Resurrección. Alguien contó las horas y salían 104. Pues bien, institucionalizaron las fechas y los números, de forma que miércoles a las cuatro es miércoles a las 16, domingo a las doce es domingo a las 24 y 104 son 104, ni una más ni una menos. Pero, mire usted por dónde, este año tocaba el adelanto de hora en medio de la efeméride, lo que conllevaba un recorte y eso sí que no -104 son 104 y 103 es un coñac-, que por otros recortes no nos movilizamos pero las costumbres son las costumbres y si hace falta quemamos las calles y ¡muera Esquilache! El ayuntamiento, que otra cosa no hará, se rebeló contra la imposición centralista y editó un bando haciendo saber que allí cambiaban el reloj cuando querían y a esa hora, no querían. Lo dejaban, pues, para más tarde.

jueves, 24 de marzo de 2016

INERMES ANTE EL MAL LEJANO

La tierra tiembla bajo nuestros pies y nosotros, rilando, pensamos que bastante tenemos con no dar de bruces contra el suelo. Las noticias de estos últimos días, por ejemplo, nos han trasladado de la lechera vallisoletana Lauki a la capital belga, haciendo escala en las islas griegas y Turquía. Esta secuencia de informaciones disparejas se casan en un punto de intersección: la vida del común de los mortales se encuentra desamparada ante unos vaivenes que se escriben en puntos lejanos.
Los trabajadores de la planta vallisoletana ya saben que, frente al blanco del producto con el que trabajan, se aposta el negro de su futuro laboral. Ellos han trabajado todo lo bien que se puede trabajar; gracias a ese esfuerzo, su empresa (personas, ¿eh?, no entes abstractos) se ha embolsado ingentes cantidades de dinero y, sin embargo, una decisión ajena, lejana, les deja en la calle. ¿Qué pueden hacer? ¿Qué podemos hacer para que no se repita?   

domingo, 20 de marzo de 2016

VIVOS Y SIN BOFETADAS

En los años setenta no se estilaba lo de «papá, el maestro me ha pegado». Si aún eras un renacuajo, las actitudes quejicosas no te salían rentables. Digamos que lo que ahora es una queja, antes se convertía en un autoinculpamiento que conllevaría, con absoluta seguridad, la sentencia lapidaria de tu padre en forma de otra bofetada siempre adornada con aquella imprecisa -pero definitiva- condena: «Algo habrás hecho». Varias eran las manos adultas que se sentían legitimadas para ser estampadas en una tierno rostro infantil. Un día de entonces temí que, una tras otra, todas ellas fuesen repicando sobre el mío. Había estado en el ‘petril’. Enfrente se apostó una furgoneta de la que salió un forastero que venía a realizar una instalación en la iglesia, abrió la puerta lateral y se agachó de tal forma que puso ante mis ojos su culo en pompa. No lo pude evitar: le pateé y el hombre cayó dentro de su furgón. Salió con frenesí persecutorio lanzando al aire todo tipo de improperios. Yo corría con la certeza de que no conseguiría alcanzarme, conocía cada recoveco del pueblo, cada escondite de las afueras, y él no; por lo que le daría esquinazo. Pero no era menor otra certeza: no sabría cómo escapar de aquel listado de manos autorizadas a golpear y que, a buen seguro, más temprano que tarde habrían de conocer los hechos. La noticia corrió más rápido aun de lo que imaginé y cuando salí de mi escondrijo lo sabía ya todo el pueblo. Me fui encontrando, de uno en uno y por este orden, con el cura, el maestro y mi padre. La escena se repitió tres veces: me preguntaron -como si no lo supieran- que qué había hecho. Yo, obviamente, decía que nada y cuando esperaba la bofetada, les asaltaba una carcajada. Adulto que se ríe no pega, pensaba, y así fue. Una tras otra se fueron quedando en los bolsillos y me acosté con la grata sensación de impunidad, de haber salido vivo.

jueves, 17 de marzo de 2016

DIEGO LO HA RESUMIDO MUY BIEN

Una mañana de la primavera de 2005 suena mi teléfono.
-Sí, dígame. Buenos días, ¿es usted el padre de Diego Robledo?
-Sí, sí, soy yo. 
-Mire, soy su profesora y…
En ese momento le interrumpí. La voz de la profesora denotaba cierto desasosiego, como no sabiendo cómo abordar lo que me quería decir. Entre eso, que era la primera llamada que recibía desde el colegio y que siempre me pongo en lo peor, empecé a temblar.
-¿Ha pasado algo?
- Bueno verá -me dice con más incomodidad, si cabe-. Para conmemorar el Día de Europa, habíamos dejado en cada pupitre una bandera europea. Cuando he llegado a clase he visto que había una en mi mesa y que a Diego le faltaba la suya. Le he preguntado que por qué me la había devuelto y me ha respondido que su padre le había dicho que esto es una puta mierda. Quería saber si usted le dice estas cosas.
Según me va contando me voy relajando, por malo que fuese no era peor que lo que suponía, y le respondo.

domingo, 13 de marzo de 2016

TIBA A MEDIO PLAZO



Desde que Carlos I, pongamos por caso, firmaba una orden hasta que esta se aplicaba en el punto más recóndito de ‘sus dominios, podían pasar meses. Hoy, sin embargo, si un concejal de cualquier villorrio eructa en un pleno por la mañana, toda España habrá visto las imágenes antes de la hora de comer. La tercera revolución industrial, la que ha permitido que la comunicación de cualquier hecho en tiempo real, ha permitido cambios de tal enjundia que han configurando una nueva sociedad, un nuevo tipo de ciudadanos. Como consecuencia, los dirigentes políticos tienen que responder a otros patrones también modelados por la inmediatez; esto es, que están más pendientes de la respuesta momentánea que de la virtualidad de las medidas que puedan tomar. Así, apostarán por iniciativas que sean tangibles al minuto de ser aplicadas en detrimento de los verdaderos cambios estructurales y primarán que su presentación tenga todos los componentes pintureros que sean posibles. Vamos, que escuchado el consejo que hace siglo y medio apuntara el novelista francés Victor Hugo: «Abrid escuelas para cerrar prisiones», harán oídos sordos y elegirán el camino opuesto. Al fin y al cabo, una apuesta decidida por la educación vertería sus efluvios años después, serán otros los que presuman de sus resultados. Con la apertura de cárceles (o el endurecimiento de los códigos penales), sin embargo, se puede en marcha la maquinaria de hacer demagogia desde el primer minuto.

jueves, 10 de marzo de 2016

SEBBEN CHE SIAMO DONNE

Aunque no había vencido el tiempo estipulado en el contrato de arrendamiento, los terratenientes -en nombre de la ley, de su ley- quisieron expulsar a los campesinos de sus casas para darles un escarmiento que, a la vez, sirviera de ejemplo a los demás de lo que no deberían hacer: sindicarse. Mientras los hombres se aprestan a defenderse, "Vamos a coger palos" dicen; las mujeres les toman la delantera y forman con sus cuerpos la barrera que pretende impedir el paso a los carabineros que llegaban, sable en mano, a ejecutar los desahucios. Todas cantan 'La lega': 'Sebben che siamo donne, paura non abbiamo'. Anna, la maestra, les grita: "Tendréis que matarnos a todas". Los hombres se colocan detrás y hacen coro: "Aunque seamos mujeres, no tenemos miedo". Los carabineros se retiran, ellas lo han conseguido. Continúan ellos y ellas cantando, se miran, se sonríen porque, aunque saben que el logro ha sido ínfimo -los terratenientes no cejarán en su empeño-, han comprendido el camino. Esta escena de 'Novecento' puede parecer un compendio de aquellas luchas que sirvieron para que ahora disfrutemos, aún, de algunos derechos, un tratado de historia, un clásico al que volver pero solo para rememorar. Pero no, esa misma lucha, esas mismas mujeres, siguen batallando en esas mismas condiciones y con el mismo riesgo para sus vidas.

lunes, 7 de marzo de 2016

FALTA DE TENSIÓN

El papel lo soporta todo. Sobre un folio puede defenderse una cosa y su opuesta de forma tan brillante que, tras su lectura, podemos compartir una teoría y su contraria. En cada uno de ellos, sin embargo, más allá de lo que aparece escrito, viven escondidos otros significados, otras lecturas que desvelan secretos ocultos incluso para el propio autor. En esa segunda lectura se desnuda el texto privándole de su ropaje retórico para exhibir cada uno de los materiales que forman el vestido. Para ello, se toma un texto, se separan las partes que lo forman, se estudia cada una de ellas y se recompone uno nuevo que desvela otro significado. El objetivo es encontrar lo que se esconde debajo del papel. En el ámbito filosófico, esta práctica de nudismo conceptual recibe el nombre de deconstrucción. Este término ha encontrado su protagonismo en la gastronomía, aquí también deconstruir es separar los ingredientes con que se prepara un plato para, posteriormente, combinarlos de otra forma. Quienes han escuchado esta semana las intervenciones de los líderes políticos en los debates de no investidura tienen material suficiente para una desconstrucción profunda o para una mucho más liviana, de esas que se limitan a descifrar qué quieren decir cuando dicen lo que dicen.

jueves, 3 de marzo de 2016

PACTAR DEBILITA

Andan las cabezas visibles de las distintas organizaciones políticas enseñoreándose en el Parlamento mientras hacen cuentas con los dedos tratando de sumar 176. El problema tiene, sin embargo, una solución endiablada: todo lo que sume por un lado sirve para restar por el opuesto. Y así, dado que no hay manera de llegar, en esta pelea de gallitos se utiliza el estrado para atizar al oponente o marcar paquete ante los propios. Lo curioso, sin embargo, es que para encontrar una solución que sirva para hallar la salida de este laberinto será inevitable encontrar puntos de acuerdo entre los que hoy se atizan. O sea, que las agresiones verbales se utilizan como forma de chantaje, de aviso de lo que te espera si te vas con el otro. Existe otra salida, la convocatoria de nuevas elecciones, pero mucho me temo que, de llevarse a efecto, no sería más que un volver a la casilla de inicio. Todo parte de una disfunción muy española: una legislación electoral que marca a los territorios provinciales como circunscripciones. Con ella los padres de la Constitución y sus primeros hijos, quisieron garantizar que, a medio plazo, solo hubiera espacio para dos fuerzas políticas. De esta manera, unas fuerzas necesitan 500.000 votos para conseguir lo que a otras les cuesta diez veces menos. Pero, además, ha servido para generar en la sociedad una cultura política: si no hay más que dos, el que gana lo hace con mayoría absoluta o casi. Apenas cabe el acuerdo, el pacto. Cada cual, por tanto, es de los suyos y entiende un acuerdo, que siempre conlleva cesiones, como una bajada de pantalones.