La
fuerza del fútbol, la misma que la de la vida, radica en que está lleno
de imperfecciones, se juega en campo abierto y por tanto la lluvia, el
aire o el frío actúan como condicionantes. Los errores son
consustanciales a la propia existencia, ahí radica buena parte de su
grandeza. En el fútbol hay quinielas y la vida es, como cantara Marisol,
una tómbola. El árbitro forma parte de ese conjunto de factores
imperfectos que afectan al desarrollo y, por tanto, más que
posiblemente, al resultado final. En nuestro particular parlamento
abrimos un hueco para que se siente un exponente de este colectivo
vejado pero siempre imprescindible, los árbitros, un mal necesario.
Nuestro protagonista debe de ser masoquista, en él se unen tres de las
tareas menos apreciadas en nuestra sociedad, a la condición de árbitro,
hay que añadir que ejerce como abogado y es representante político en
uno de los municipios más poblados de la provincia. Julián Rodríguez
Santiago sonríe mientras recuerda y lanza una pregunta que suena a
resignación ¿de qué vivirían, dice, los periódicos de no ser por
nosotros?