Con la cena sin apenas digerir, en cuanto hayamos
comido la última uva al ritmo del reloj de la Puerta del Sol, se
cumplirá el medio siglo de aquella sarta de astracanadas englobadas en
el infamante título de ‘Veinticinco años de paz’ que fueron ideadas y
dirigidas por Manuel Fraga para que sirvieran como un panegírico del
régimen franquista. Con los cuerpos aún calientes del fusilado Julián
Grimau y de Francisco Granados y Joaquín Delgado pasados por el garrote
vil, con el Siniestro Tribunal de Orden Público recién parido, el
entonces ministro de Información y Turismo hizo suyo el encargo de
ofrecer ante la ciudadanía (la propia y la exterior) una cara amable de
la dictadura. Barrida durante la guerra la España republicana,
silenciados en la posguerra los rescoldos de oposición, se hacía
necesario esgrimir una sonrisa y dirigir un verbo conciliador que
escondiera los cadáveres bajo la alfombra.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
jueves, 31 de octubre de 2013
LA LEY DE LA FRONTERA
A orillas de ese
Mediterráneo que cantara Serrat suena un vals. Pablo y Anna, los novios, giran
y giran arrobados mientras los invitados aplauden y vitorean la unión que se
escenifica. La pareja no se diferencia de tantas otras en idéntico trance, pero
el escenario y los figurantes explican que son otra cosa distinta de la
mayoría. Ambos, no hay más mérito que el azar, son hijos de dos familias de
potentados: los Lara y los Brufau, y solo por eso ya llaman la atención. La
lista de invitados se pudo realizar copiando de la revista Forbes el listado de
los 30 apellidos ‘ilustres’, las 30 familias que se reparten España. Para
completar, simplemente hubo que añadir el nombre de alguno de esos capataces
que tan bien defienden sus fincas. Dos de ellos, Rajoy y Mas, llevan tiempo
peleando a banderazos por discusiones sobre dónde fijar la frontera de la
responsabilidad de cada cual. Cuentan sus versiones a quien les quiera oír.
Pero en la boda se ríen de estas cuitas con las que entretienen al personal,
con las que evitan que el populacho mire al salón donde están los dueños de
verdad de todas las tierras, las de allá y las de acá.
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