 Por
 si ya fueran pocas las dificultades a las que ha de enfrentarse para 
sobrevivir un joven de los años veinte en los suburbios de Rotterdam, 
Jacob Katadreuffe añadía una más: era un hijo ‘bastardo’, condición por 
la que se sentía apuntado por el dedo cruel de las habladurías. Su madre
 callaba en todos los sentidos, no solo le ocultaba el nombre de su 
padre sino que, además, quizá condicionada por el sentimiento de culpa, 
quizá por verse obligada a ‘cargar’ con un hijo que jamás deseó, nunca 
le dio el cariño ni la atención que el niño reclamaba. Jacob, a pesar de
 todo, se empeña en escalar socialmente. Unos viejos libros que yacían 
mortecinos en la casa de su madre encienden la llama de su curiosidad y 
marcan el inicio de su formación autodidacta. 
Un día descubre que Deverhaven, el ser más odiado de la comunidad, es su
 padre. Este es un hombre ruin que se siente orgulloso de ese estigma. 
No en vano, por su trabajo de alguacil se dedica a desalojar a los 
vecinos más pobres entre los pobres de sus casuchas y, en los ratos 
libres, ejerce de usurero aplicando métodos canallescos.
Por
 si ya fueran pocas las dificultades a las que ha de enfrentarse para 
sobrevivir un joven de los años veinte en los suburbios de Rotterdam, 
Jacob Katadreuffe añadía una más: era un hijo ‘bastardo’, condición por 
la que se sentía apuntado por el dedo cruel de las habladurías. Su madre
 callaba en todos los sentidos, no solo le ocultaba el nombre de su 
padre sino que, además, quizá condicionada por el sentimiento de culpa, 
quizá por verse obligada a ‘cargar’ con un hijo que jamás deseó, nunca 
le dio el cariño ni la atención que el niño reclamaba. Jacob, a pesar de
 todo, se empeña en escalar socialmente. Unos viejos libros que yacían 
mortecinos en la casa de su madre encienden la llama de su curiosidad y 
marcan el inicio de su formación autodidacta. 
Un día descubre que Deverhaven, el ser más odiado de la comunidad, es su
 padre. Este es un hombre ruin que se siente orgulloso de ese estigma. 
No en vano, por su trabajo de alguacil se dedica a desalojar a los 
vecinos más pobres entre los pobres de sus casuchas y, en los ratos 
libres, ejerce de usurero aplicando métodos canallescos. Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
martes, 21 de enero de 2014
CASI UN ENGAÑO
 Por
 si ya fueran pocas las dificultades a las que ha de enfrentarse para 
sobrevivir un joven de los años veinte en los suburbios de Rotterdam, 
Jacob Katadreuffe añadía una más: era un hijo ‘bastardo’, condición por 
la que se sentía apuntado por el dedo cruel de las habladurías. Su madre
 callaba en todos los sentidos, no solo le ocultaba el nombre de su 
padre sino que, además, quizá condicionada por el sentimiento de culpa, 
quizá por verse obligada a ‘cargar’ con un hijo que jamás deseó, nunca 
le dio el cariño ni la atención que el niño reclamaba. Jacob, a pesar de
 todo, se empeña en escalar socialmente. Unos viejos libros que yacían 
mortecinos en la casa de su madre encienden la llama de su curiosidad y 
marcan el inicio de su formación autodidacta. 
Un día descubre que Deverhaven, el ser más odiado de la comunidad, es su
 padre. Este es un hombre ruin que se siente orgulloso de ese estigma. 
No en vano, por su trabajo de alguacil se dedica a desalojar a los 
vecinos más pobres entre los pobres de sus casuchas y, en los ratos 
libres, ejerce de usurero aplicando métodos canallescos.
Por
 si ya fueran pocas las dificultades a las que ha de enfrentarse para 
sobrevivir un joven de los años veinte en los suburbios de Rotterdam, 
Jacob Katadreuffe añadía una más: era un hijo ‘bastardo’, condición por 
la que se sentía apuntado por el dedo cruel de las habladurías. Su madre
 callaba en todos los sentidos, no solo le ocultaba el nombre de su 
padre sino que, además, quizá condicionada por el sentimiento de culpa, 
quizá por verse obligada a ‘cargar’ con un hijo que jamás deseó, nunca 
le dio el cariño ni la atención que el niño reclamaba. Jacob, a pesar de
 todo, se empeña en escalar socialmente. Unos viejos libros que yacían 
mortecinos en la casa de su madre encienden la llama de su curiosidad y 
marcan el inicio de su formación autodidacta. 
Un día descubre que Deverhaven, el ser más odiado de la comunidad, es su
 padre. Este es un hombre ruin que se siente orgulloso de ese estigma. 
No en vano, por su trabajo de alguacil se dedica a desalojar a los 
vecinos más pobres entre los pobres de sus casuchas y, en los ratos 
libres, ejerce de usurero aplicando métodos canallescos. 
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