domingo, 6 de diciembre de 2015

PUCELA Z

Todos los capítulos eran aproximadamente iguales o al menos así los recuerdo, pero puede que la memoria me falle, bien porque han pasado cerca de cuarenta años o porque la percepción de un crío de apenas nueve años tiene más que ver con lo que disfruta que con lo que en realidad ocurre. El caso es que en el año en que se iba a aprobar la constitución, los niños de aquel entonces esperábamos con ansia la llegada de la sobremesa del sábado. Ese día comíamos con ansia para después tomar como postre una nueva aventura de Mazinger Z. El enorme robot diseñado por el anciano Juzo Kabuto y pilotado por su nieto Koji luchaba a brazo partido frente a la fuerzas del mal impulsadas por el perverso doctor Hell. Es imposible , como sabemos, derrotar definitivamente al mal, porque este, con la misma fuerza que muere, resurge para acompañarnos eternamente. La victoria de Mazinger era un imposible metafísico. Todo lo más, podría obtener un triunfo temporal, una alegría cuyo efecto habría de ser de muy corto alcance: al día después tendría que volver a empezar. La batalla de los Kabuto parecía, vistas así las cosas, una quimera: nunca podrían vencer. Una quimera, sin embargo necesaria.